Qué significa dar amor

“Vivimos en el mundo cuando amamos. Sólo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida”, Albert Einstein

En el año más convulso y retador de los siglos XX y XXI al menos, tenemos otra vez un periodo de paz, armonía y, por qué no, amor: Navidad.

Pero ¿qué significa realmente dar amor?

Para saber si realmente estamos a la altura de las circunstancias que la Navidad representa y si, en todo caso, somos o no capaces de amar, creo que lo primero es entender lo que dar amor significa. Para empezar, ¿qué es el amor?

Debes saber que no existe tarea más complicada en el mundo que definir el amor. En Programación Neurolingüística sabemos que amor es una nominalización, es decir, un sustantivo imposible de definir por cuanto es intangible e inespecífico. Richard Bandler, cocreador de la PNL, solía decir que si no lo puedes poner en una carretilla no lo puedes definir.

Vamos, que nadie lleva varios amores en el bolsillo, por ejemplo. Seguro estás pensando que amor es un sentimiento y nada más. Muy por el contrario, es mucho más que un sentimiento. Y, al fin y al cabo, ¿qué tipo de sentimiento es el del amor? ¿Cómo lo defino?

Imagina la siguiente escena. Un niño o una niña se acercan con uno de sus padres, el que sea que da igual, y le pregunta “Papá/mamá, ¿cómo sé que amo a alguien? ¿Qué es el amor? ¿Cómo sabes que estás enamorado/a?”.

“Cariño- contesta el receptor de la pregunta evidentemente sobrepasado por la misma- es como cuando yo me casé con tu mamá. Sabía que la amaba porque no podía vivir sin ella”.

“¡Ah!, ya entiendo. Es decir, que si ella no se casa contigo caes fulminado de manera inmediata al suelo víctima de un paro cardiaco, ¿no? A eso te refieres”, responde la inocente criatura.

En realidad, no, a eso no se puede referir nadie, al menos literalmente. Es complicado definir el amor. Pero se puede medir, sin lugar a duda. Y pienso demostrarte cómo.

La mayoría de las personas miden el amor en función de ciertas reglas internas a las que jamás han accedido conscientemente. Pero de que las tienen, las tienen. El hecho de que no sepamos qué criterios usamos inconscientemente para determinar si algo nos gusta o no, no implica que dichos criterios no existan, solo que no los conocemos.

Todos podemos saber si somos o no amados. En ocasiones tenemos dudas y en otras nos engañan sin más. Existen personas muy hábiles para darnos a entender que nos aman cuando en realidad, lo que más desean es que pongamos punto final a esta experiencia de vida. Y a pesar de sus verdaderas y nocivas intenciones, nosotros pensamos que su amor es genuino.

Un ejemplo perfecto son los políticos, que nos aman con tanta pasión que darían su vida por nosotros. Ya sé que siempre digo lo mismo y me meto con las mismas personas, pero es que se ponen de perfil con tanta facilidad…

Para medir el amor solo necesitamos establecer una regla consciente acerca de lo que ser amado significa. La condición es que esta regla debe de cumplir tres requisitos: ser posible, ser frecuente y ser fácil.

Por ejemplo, muchas personas piensan que, porque su pareja no se acordó a tiempo de determinadas fechas, la del aniversario, por ejemplo, eso significa ni más ni menos que no nos ama. En realidad, puede que sea así, pero también puede que sea un simple problema de memoria.

Todo se soluciona con una regla que permita sentir amor fácil, frecuente y posiblemente. Por ejemplo, yo puedo establecer como regla de amor que mi pareja se acuerde en alguna ocasión de nuestro aniversario de bodas. Una, para mí, es suficiente para saber que soy amado. Si me regala algo alguna vez en algún cumpleaños, sin duda me ama.

¿Me dio un beso? Ya está, me ama. ¿Me preguntó cómo dormí anoche? Me ama infinitamente. Si te parece fácil, es que lo es. Tan fácil como complicar la regla o hacerla imposible, que muchas personas han desarrollado una habilidad excepcional para complicar la vida, no solamente para el amor sino para todas las cosas que nos importan.

Tengo un amigo muy exitoso, en comparación con promedios demográficos registrados y estadísticos, pero es tremendamente infeliz. Su regla para éxito es tan imposible de cumplir como una promesa de político o política.

Así que sin haber definido amor todavía, cosa imposible, por lo menos ya sabemos que es un sentimiento que debe de ser posible, fácil y frecuente de sentir. También le podemos poner números si tenemos una mente muy escorada al hemisferio izquierdo.

Pero lo importante del amor no es sentirlo sino darlo, porque parece ser que cuando lo damos es cuando mejor nos sentimos. Ahora es cuando podemos ponernos a pensar en qué significa “dar amor”.

Para ello, nos iremos viajando mentalmente a la antigua Grecia y a su interpretación de este extraño sentimiento, porque dicha interpretación nos puede ayudar a entender mejor el verdadero significado de lo que dar amor representa.

Para los griegos, el amor se expresaba de tres formas con tres diferentes interpretaciones. De hecho, una mala traducción de estas interpretaciones ha dado lugar a frases antiguas, famosas en la actualidad, muy mal entendidas, y que se usan comúnmente con el significado erróneo. Como, por ejemplo, la frase de Jesús más conocida como regla de oro y que dice “Ama a los demás como…”. A que ya sabes cómo termina la frase sin que yo te lo diga.

¿Cuáles eran las tres interpretaciones acerca del amor que concebían los griegos como posibles? Eran Eros, Filios y Agape. De estas palabras se desprenden las expresiones modernas de amor erótico o amor filial, por ejemplo. Agape ha pasado a través de los siglos como simplemente amor, y ese ha sido un grave error que, en mi concepto, ha complicado la vida de las relaciones humanas a niveles insospechados. Pero lo podemos arreglar ahora mismo, que, normalmente, es el único momento que tenemos para arreglar las cosas.

Antes, definamos rápidamente las otras dos dimensiones del amor. Eros hace referencia al amor sentimental, ya sea hetero u homosexual. Esa atracción entre parejas humanas es amor erótico, ya sea con la intención o no de procrear, y se da de forma instintiva. No sentimos, de forma natural, amor erótico por nuestros hermanos o hermanas, amigos en general o familiares. Es importante no confundir amor erótico con deseo sexual. Mientras el primero demuestra nuestra condición humana, el segundo puede ser, y con frecuencia es, una herencia de nuestro pasado más animal y salvaje.

Filios aplica al amor entre amigos o hermanos. El amor filial se da en la relación, por supuesto con una gran cantidad de sincronicidad o causalidad. A veces empieza por interés en ser amigo de alguien, y puede terminar en una relación sincera. En ocasiones, el amor filial se forma de la costumbre, de rutinas de relación, más que de la atracción natural. En esencia, todo amor es atracción, pero en el filial en concreto, la atracción puede venir de la costumbre más que de ninguna otra cosa. De Filios vienen palabras como afiliación, filial, halterofilia o filósofo.

Y Agape es otra cosa, es el amor más sincero y personal. Agape puede muy bien ser traducido por “trato”. Es entonces cuando la frase famosa, “Ama a los demás…”, recobra su verdadero sentido: “Trata a los demás como quisieras que te trataran a ti”.

¿Amar a un extraño? Ni por equivocación. No es que nos neguemos, es que no lo sentimos como algo posible. Pero tratarlo con decencia y respeto ya es otra historia. Agape tiene que ver con reconocer en los demás la inmensidad de su ser interior, independientemente de sus conductas o comportamientos deleznables que algunas personas pudieran mostrar.

 Agape tiene que ver con aceptación y nada que ver con tolerancia. Ya sé que la palabra tolerancia está muy de moda estos días, pero tolerar es una humillación y no una virtud. Cuando yo digo que tolero a alguien es parecido a decir “Lamento que estés tan equivocado o equivocada, pero te tengo que tolerar y lo voy a hacer, a pesar del esfuerzo que eso me supone. Yo no tengo la culpa de que seas tan estúpido de pensar como piensas, pero qué se le va a hacer. Ya algún día, si es que los milagros existen, te darás cuenta de que estás equivocad@, y mientras tanto cuenta con que yo me mostraré tolerante con tus deficiencias”.

Por eso soy partidario del lema “cero tolerancias”.  Lo único que es válido en términos de amor es la aceptación, no la tolerancia. Aceptar significa que nadie tiene la razón ni la verdad absoluta. No es que nadie está en lo correcto, es que todos estamos en lo correcto.

Esta, en resumen, es una época de Agape, más que ningún otro amor. Cuando oigo que las personas tienen miedo de morirse de coronavirus me imagino que el asunto es que tenemos dos opciones en cuanto a la duración de la vida. Una es que somos eternos y la segunda es que tenemos fecha de caducidad.

En cuanto a la primera opción, la de la eternidad, la evidencia demuestra que la eternidad no está presente en nadie que yo conozca y si así fuera, sería noticia en todos los telediarios. La segunda parece ser la más probable y, dado que no sabemos la fecha y, hasta donde yo sé, nadie tiene ningún contrato firmado por un tiempo fijo, la muerte puede llegar en cualquier momento. De hecho, normalmente llega en cualquier momento. Con coronavirus o sin él, nos vamos a morir.

Solo tenemos seguro que ahora estamos aquí. Este es el momento de sentir amor, respeto, un trato humano entre nosotros, que es lo más que podemos ofrecer. Si alguien te ofrece amor, yo no le creería, pero si alguien te ofrece Agape, confía en él.

Y la frase “Ama a los demás como deseas que los demás te amen a ti” es fenomenalmente válida, aun cuando cambias amor por trato. Te deseo una Navidad llena de Eros con tu pareja, Filios con tus cercanos y Agape con el resto de la humanidad.

Feliz Navidad.

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