La meditación trae sabiduría; la falta de meditación deja la ignorancia. Conoce bien lo que te impulsa hacia adelante y lo que te detiene y escoge el camino que lleva a la sabiduría»

Buda

Aunque suena a perogrullada, a meditar se aprende meditando y entender qué es la meditación se aprende meditando también.

No hay palabras que nos puedan explicar este acto natural del ser porque, como todas las sensaciones humanas, son inexpresables en palabras. Los lingüistas lo saben bien, pero nosotros en nuestras vidas no lo entendemos y nos pasamos la existencia pensando que sabemos comunicarnos, aunque en realidad no lo hacemos.

Los poetas son los únicos creativos capaces de expresar algo cercano a lo profundo con sus palabras y es que la rima es también meditación.

Con todo, haré mi mejor esfuerzo para explicarte mi experiencia con la meditación.

Cuando vivimos, o pretendemos que lo hacemos, identificamos nuestro ser con muchas cosas, entre ellas con las emociones que nos caracterizan, nuestros recuerdos o memorias, nuestro nombre, nuestro cuerpo, la imagen que vemos en el espejo, nuestros objetivos y deseos, etc.

Parece ser que nada de esto es real, que ninguna de estas cosas somos nosotros. Pero nuestra identificación es tan fuerte con estos elementos que se nos pierde nuestra verdadera esencia, dejamos de experimentarla totalmente y empezamos a definirnos a nosotros mismos con los límites de lo que conocemos, en lugar de definirnos con lo ilimitado del ser y de lo todo lo que es posible.


Un gran meditador que cambió el mundo

Como consecuencia de esta identificación pasamos la mayoría del tiempo, o todo, en el pasado o en el futuro, pero nunca en el ahora. Y aquí es donde entra la mente, porque para estar en el pasado o en el futuro necesitamos la mente. La mente, en su proceso de auto supervivencia, se mantiene hablándonos todo el tiempo, en un continuo diálogo interior, yendo del pasado al futuro y del futuro al pasado, cambiando de lugar, llegando a cualquier parte sin saber en dónde está.

Cuando Descartes usó su ya famosa pero incomprendida frase «Pienso, luego existo», condenó a la humanidad, sin saberlo, a una identificación plena del pensamiento y del ser. Cuando meditamos, nos convertimos en testigos del pensamiento y, tal vez seamos capaces en ese momento de lograr o percibir la separación. A este proceso se le llama «ser consciente plenamente», a separar el pensamiento del ser.

No somos conscientes de lo que somos.

Cuando meditamos nos enfocamos en el cuerpo, nuestro único contacto con el ahora. Por eso nos centramos en la respiración, en sensaciones corporales, lo que sentimos aquí y ahora. Al hacer esto acallamos el ronroneo constante de la mente, aunque sea por un instante, y nos convertimos en testigos de lo que pensamos en lugar de ser los que pensamos. Nos disociamos de todas nuestras falsas asociaciones e identidades.

Y un día, sin darnos cuenta, sentimos la presencia de nuestro verdadero ser, nos identificamos plenamente con nosotros mismos, sin caretas ni identidades falsas. Y sentimos paz interior. Por lo menos es lo que me cuentan.

Iluminación

Tal vez sea esto la iluminación. Te lo haré saber cuando lo sienta.

Hablar de los beneficios de la meditación es tan inútil como hablarte de los beneficios de la amistad. Ambas cosas, la amistad y la meditación, no se compran, sino que se experimentan. He leído muchos artículos que mencionan los beneficios de la meditación y si son esos lo que te impulsan a meditar que sepas que no lo estarás haciendo.

La meditación no es un destino, es, más que ninguna otra cosa, un viaje. Y si lo vas a realizar preguntando todo el tiempo como niño ansioso ”¿Ya llegamos?”, entonces te perderás el viaje.

Así que solo tengo un consejo que darte. Pruébala. Aunque sé que el tiempo no existe, también sé que con el tiempo me darás la razón. Curiosa paradoja. Y, como explica Buda en la cita inicial, encontrarás la sabiduría sin buscarla. Otra curiosa paradoja.

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