Funnydent o el perdón de la estupidez

Me he enterado con asombro de la quiebra en España de un negocio dental con una supuesta estabilidad comercial y económica que hacía parecer que nada era irregular con el negocio en cuestión.
Un negocio que quiebra no es noticia, en realidad, que se salga de lo común o de lo que acontece con cierta frecuencia en una sociedad capitalista. No es positivo pero es parte de la creación de valor a través de emprender. Como los pimientos de Padrón, unos pican y otros non.
Pero a diferencia de otras quiebras, en esta parece que han salido perjudicadas muchas, tal vez miles, personas que habían confiado sus tratamientos dentales y se habían comprometido con financiaciones y no va a haber nadie que responda por sus situaciones.
Sin ser una tragedia helénica sin remedio, nadie va a quebrar por una desventura de este tamaño, representa sin duda un fuerte varapalo para muchas familias. Más que eso, fastidia tremendamente, porque nadie puede entenderlo.
Y más escandalosa resulta la declaración del abogado diciendo que se trata de un asunto de una gestión del negocio muy mala, pero que no hay indicios de fraude. Como si gestionar mal una empresa y perjudicar económica y personalmente a miles de personas no fuera ya de por sí un fraude.

Funnydent no es un caso aislado. Airmadrid, con aviones repletos de pasajeros, quebró intempestivamente y sin aviso previo, dejando a miles, también, de pasajeros varados en aeropuertos de varios países. PubliXIII en México, se fue a la quiebra con cientos de personas esperando su coche, como producto de una estrategia casi mágica para bajar el precio de un coche nuevo a la mitad. Ninguna de estas empresas parecía tener problemas de ventas pero quebraron causando dolor, resentimiento y largos e infructuosos juicios.
Estamos acostumbrados a hablar de las empresas que quiebran por culpa de la crisis, pero las que no contabilizamos son aquellas que lo hacen por una mala gestión. Igual y en realidad, todas quiebran por una mala gestión, que cuando se da en presencia de una crisis, pasa desapercibida, como conejo de sombrero de mago. Siempre estuvo ahí, pero aparece cuando el mago lo libera, justo antes de morir de asfixia o aplastamiento.
Los humanos pasamos gran parte de nuestro tiempo psicológico tratando de liberarnos de la culpa, de la responsabilidad personal, y una crisis es una inmejorable oportunidad de lavar nuestros pecados de gestión y malos manejos. Es una perfecta ocasión de encontrar un culpable más allá de las fronteras de nuestro ser.
Pero cuando se habla de mala gestión, yo no puedo más que sentir indignación, porque gestionar mal un negocio o una empresa es un pecado capitalista, que ni el dinero perdona. Y lo más indignante es que los empresarios cuentan con un arsenal de buenos consultores quienes dotaría de herramientas de gestión adecuadas, eficaces y modernas para evitar que un negocio de esta naturaleza quiebre miserablemente.
En el caso de Funnydent, el abogado defensor del dueño decía que la mala gestión había llevado a la empresa a insuficiencia de flujos de caja, vamos, que había gastado más de lo ingresado. En ese momento pensamos en un irresponsable al mando que se gastaba el dinero producto de las ventas en coches nuevos, fiestas, viajes, relojes y cuanta muestra de lujo y despilfarro hortera se nos pueda ocurrir.
Yo pienso diferente. No me imagino del todo a ese irresponsable, gastando dinero ajeno y matando a su gallina de los huevos de oro. No digo que sea una persona decente, que no lo conozco, pero me cuesta trabajo creer que intencionadamente dejó pasar lo que pasó. Fue estupidez y no maldad, fue ineptitud y no mala leche.
El insuficiente flujo de caja se produjo, probablemente, por conducir el negocio a ciegas, sin indicadores de gestión adecuados o tal vez, inexistentes. Calculando la cantidad de personal necesario a ojo de buen cubero, sin definiciones eficaces y eficientes de los procesos productivos, sin calidad en el liderazgo, sin administración adecuada de las ventas, sin mandos medios preparados para administrar, liderar y gestionar los procesos de forma productiva y eficiente. Y también, claro, con una gestión muy pobre del flujo de caja, pero es parte de lo mismo, saber sacar dientes pero no saber dirigir una empresa.
Si viajo a un país de tercer mundo no se me ocurre subirme al avión sin la vacuna de la malaria, pero sí se ocurre emprender sin tener ni idea de la parte administrativa de cualquier emprendimiento. Y no me refiero a la contable, que ciertamente, el mercado está más que sobrado de ofertas de esta naturaleza, buenas, adecuadas y para todos los gustos y bolsillos.
Sin duda, la consultoría o el Coaching son dineros a gastar que parecen innecesarios en la mayoría de las ocasiones, pero las grandes empresas no tienen la misma idea. Saben que la asesoría de los expertos en todos los temas administrativo u operativos, es invaluable para hacerse grandes. No es que contraten consultores o Coaches porque sean grandes, son grandes porque usaron el consejo oportuno y eficaz de los expertos cuando eran pequeños.
Un ejemplo: un amigo mío posee hoy en día una cadena de restaurantes muy bien gestionados y exitosos. Sucede que lo conozco desde que sólo tenía uno, que estaba gestionado de manera impecable y contando con herramientas de gestión modernas, que algún consultor afortunado, no fui yo, tuvo la oportunidad de implementar. Mi amigo invirtió en Gestión de procesos y administración de recursos desde que era un bebé restaurante, metafóricamente hablando. Y prácticamente todo el mundo sabe que lo que hizo crecer exponencialmente a McDonalds fue su innovador y sistematizado método de trabajo, no sus exquisitas hamburguesas.
Invertir en un consultor prestigioso por su trabajo, no por su tamaño necesariamente, es un seguro para evitar que, en pleno éxito, vayamos a pasar los mejores día de nuestra nueva empresa en la cárcel. Eso le quita la sonrisa del rostro a cualquiera, me apuesto la dentadura.
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