Me gusta Antonio Banderas como actor. Me parece un actor profundo, pensante y fuera del estereotipo del galán. Alguna de sus películas es mala con ganas, según mi opinión, claro, pero en general he visto buenas películas de este hombre. Me acuerdo de él cuando mencionan cerca de mi la palabra emprendedor, que es de lo que va este artículo, de qué hace falta para emprender con éxito.

Lo traigo a colación porque hace poco, en un popular programa de televisión, ·El Hormiguero”, mencionaba Antonio que estaba impresionado porque, según una encuesta, los estudiantes españoles en su mayoría buscaban un puesto de trabajo en el gobierno o como empleados. No recuerdo el dato, pero creo que era un 75% de los encuestados. En contra de los estudiantes americanos quienes en su mayoría buscaban tener un negocio propio, ser emprendedores.

Lo cierto es que, dadas las respuestas de los jóvenes americanos, parece que están mucho más preparados para el cambiante siglo XXI, y lo que sigue, que los españoles, que más parece que se preparan para ser empleados más que ninguna otra cosa en la vida.

Emprender da miedo, cierto. Y salir a la calle. Y subir a un ascensor. Y casarse. ¿Y qué? Hoy en día, hasta tener un trabajo debe de inspirar miedo, dadas las altas tasas de recortes que la misma tecnología se está encargando de proporcionar.

Emprender requiere de dos dominios muy diferenciados pero complementarios. Por un lado, se necesita dominar la parte técnica del negocio en el que se va a emprender. Esta parte técnica incluye los trámites administrativos, contables y fiscales y el conocimiento técnico del producto y del negocio en sí.

El segundo dominio es el que podríamos denominar perfectamente “Actitud del emprendedor”, aunque más propiamente dicho vendría siendo la “cultura del emprendedor”.

SI la pregunta fuese cuál cuenta más, la técnica o la actitud, lo blando contra lo duro, lo académico contra lo perspicaz, la técnica contra la táctica, la aptitud contra la actitud, yo diría que, por poco, pero gana la actitud, lo blando, lo emocional.

Mi conocimiento de México me dice, por ejemplo, que allá los empresarios son más actitud que preparación, como un 80% lo primero y un 20% lo segundo. Estamos hablando de promedios, no de particularidades. En una ocasión conocí al dueño de una de las más grandes cadenas de venta de telas del país y sus inicios fueron como repartidor de rollos de tela en el centro de la Ciudad de México cuando no tenía ni para comer y ni siquiera había terminado la primaria. También conozco empresarios tremendamente preparados, según cualquier estándar mundial de preparación, pero no son la mayoría.

En Estados Unidos, mi conocimiento del país me dice que los emprendedores son un 60% actitud y un 40% preparación. Existen, sin duda, más accesos a cualquier tipo de preparación en casi cualquier cosa que se le ocurra. Sin embargo, el norteamericano privilegia la actitud por encima de la preparación.

En España, bueno… aquí las cosas son diferentes. Los empresarios son 90% preparación y el resto es actitud y fe, y no mucha, por cierto. Este porcentaje de preparación no quiere decir que están más preparados que los mexicanos o los norteamericanos, solo indica que los españoles parecen darle mucha más importancia a la preparación técnica, al cómo se lleva la contabilidad, a los trámites fiscales, al conocimiento del producto, etc., y que conceptos como la motivación, la influencia, la persuasión, la actitud emprendedora, cuentan mucho menos o casi nada.

Pida usted trabajo en España y la buena disposición al mismo o la capacidad de aprender contarán nada o muy poco ante el peso de los títulos académicos. Un estudio de una empresa de recursos humanos en España encontraba hace un par de años que la mayoría de los trabajos están ocupados por personas sobre calificadas para el mismo.

Los datos puros y duros, como se dice en España, nos indican que este abordaje es incorrecto. La economía número 1 del mundo es la norteamericana y parece que va a seguir siendo así al menos hasta el 2030 y es la economía que más emprendedores produce al año. Con diferencia.  Y la razón, según mi opinión, es la “cultura emprendedora” que los norteamericanos tienen y que otros países no.

Pero, ¿qué es tener cultura emprendedora? ¿Cuáles son los elementos de la cultura? Existe una respuesta para ambas preguntas que, me alegro mucho, usted me hace.

Par responderlas, primero definamos la palabra “cultura”.

Conjunto de criterios o mecanismos de evaluación que se usan para tomar decisiones de manera sistemática.

En estos términos, cultura no significa qué tan “culta” es una persona en función de cuánta información tiene acumulada en su sistema nervioso. Es más bien, información relativa a un objetivo determinado o concreto. Por ejemplo, un empresario desea ganar dinero lo cual es un objetivo legítimo y definido. Diríamos que es “culto” con relación al objetivo si posee los criterios e información correctos para conseguir ese objetivo. Es un inculto si no los tiene, con relación, claro, al objetivo definido.

Pero esto no es suficiente. Para definir una “cultura emprendedora” necesitamos conocer los elementos de lo que se denomina “cultura”. Sin meternos a definir en detalle cada uno de ellos podemos enumerarlos y brevemente explicarlos.

1. Creencias del emprendedor.

Las creencias son construcciones de cómo funciona la vida, los negocios, las personas, cualquier cosa. No representan la realidad absoluta, pero si representan nuestra realidad relativa. Son incontables los estudios que demuestran que las personas no viven lo que es, sino lo que creen que es. Es decir, las experiencias humanas se conforman en torno a las creencias, a las expectativas. En ciencia se conoce como el efecto del observador, mediante el cual, el observador del experimento encuentra fundamentalmente lo que espera encontrar. Tendemos a vivir experiencias que confirman aquello en lo que creemos y de todos es conocido el efecto placebo a través del cual una medicina produce el efecto que esperamos, aunque no contenga ninguna sustancia activa. Son importantes las creencias acerca de la vida, pero son más todavía las creencias acerca de uno mismo, lo que se conoce como identidad. Si yo no me siento seguro de mis facultades no me atreveré a emprender ningún negocio y tenderé a pensar que quienes sí lo hacen o hicieron, tenían dotes o súper poderes especiales que yo no poseo.

2. Valores del emprendedor.

Son conceptos abstractos, tales como la seguridad, el amor, la familia, la aventura, que hemos aprendido a valorar y, por lo tanto, tomaremos decisiones en función de si alcanzamos o no dichas experiencias. Por ejemplo, si yo valoro mucho la seguridad, lo cual podría implicar que tengo un déficit de seguridad interior, a lo mejor no me atrevo a emprender, porque emprender implica necesariamente riesgo. Buscaré un trabajo fijo y “seguro”, en el que me pueda equivocar sin pagar grandes consecuencias por mis errores.

3. El lenguaje del emprendedor.

Mucho más complicado de explicar que los anteriores conceptos, por lo menos para mí, el lenguaje representa una parte importante de nuestra interpretación de la realidad. Tanto como que, por ejemplo, los anglo parlantes, por tener un lenguaje más orientado a los verbos que los hispano parlantes, están más orientados a la acción que otras culturas. Es decir, no saben cómo se llama, pero ya lo están haciendo y cualquier persona del mundo de los negocios sabe que lo que da resultados es lo que se lleva a la práctica, no lo que se sabe pero no se hace.

Otros estudios igualmente interesantes indican que existe una relación entre el nivel de ingresos y la amplitud de vocabulario, de tal forma que, a más vocabulario, más ingresos. Y se trata de vocabulario relativo al negocio en concreto, no vocabulario general. Este ejemplo se hace muy claro cuando hablamos del mundo de las finanzas, pero es igualmente aplicable a cualquier sector de actividad.

Dentro del lenguaje podemos considerar aquellas expresiones que usamos con más frecuencia, así como las preguntas personales que nos hacemos cada día. Si usted usa más el “por qué” que el “cómo”, déjeme decirle que está frito y no va a tener éxito en nada que se proponga.

4. Los estados emocionales del emprendedor.

Sí, el cómo usted se sienta determinará qué tan buen uso haga de sus recursos físicos e intelectuales y también, por lo mismo, de las decisiones que tome con regularidad. Son muchos los científicos que han probado que nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso se acostumbran, se hacen adictos, a las emociones que experimentamos con más frecuencia y estas emociones determinan qué decidimos. Está probado que si me siento bien decido mejor que si me siento mal, tanto intelectual como emocionalmente.

5. Los objetivos del emprendedor.

Nuestra percepción determina nuestra experiencia y, curiosamente, nuestros objetivos determinan nuestra percepción. De tal forma que, si usted no tiene objetivos, alguien se encargará de poner objetivos en usted, como, por ejemplo, ir a comprar en este momento un producto específico a la tienda. Siéntese enfrente de la tele y van a intentar implantarle objetivos como granjero semillas de maíz en época de siembra.

Los objetivos establecen aquello a lo que prestamos atención y determinan nuestra percepción. Seguramente usted ha experimentado la conocida como experiencia “contagio social”. Se compra un coche nuevo y, de repente, todo el mundo parece haberse comprado el mismo coche y del mismo color. Su esposa queda embarazada y se da usted cuenta, de repente de nuevo, que hay un montón de mujeres embarazadas en este instante, como si fuera una epidemia. Pero no lo es. Simplemente, usted presta ahora más atención a los eventos que está experimentando y nada más.

Unos objetivos definidos mejoran su percepción, mejoran la información que recibe y, en consecuencia, mejoran las decisiones que toma para alcanzar esos objetivos.

Y hay más elementos, pero con estos tiene usted para trabajar un buen rato. Como emprendedor, todos estos elementos tienen una configuración definida que si usted no comparte entonces no se puede decir que tendrá éxito com emprendedor. Es decir, los emprendedores tienen una serie de creencias, valores, lenguaje, estados emocionales y objetivos que determinan su éxito.

Como dijo el finado Jim Rohn, si trabaja usted mucho en su trabajo vivirá bien, pero si trabaja usted en usted hará una fortuna. Trabaje en estos elementos antes de emprender y hará una fortuna. Será un emprendedor.

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