¿Alguna vez has tenido sueños que te indicaban qué iba a suceder en tu futuro? ¿Sueños que podrías interpretar como premoniciones? A Nostradamus solían sucederle esas cosas. Parece ser que le llegaban visiones espontáneas que él interpretaba como futuros probables.

https://youtu.be/5wkVFph8Ty4

Pero ¿qué tiene que ver Nostradamus con tu futuro? Nada si no te nombró en sus profecías, y mucho si te interesa que tu futuro sea muy prometedor. Veamos cómo.

Michel de Nostredame, conocido como Nostradamus, fue un médico y astrólogo francés del siglo XVI. Es famoso por sus profecías, que se publicaron en un libro llamado «Las profecías».

Nostradamus nació en una familia de judíos conversos en Saint-Rémy-de-Provence, Francia. Estudió medicina en Montpellier y se convirtió en un exitoso médico. Sin embargo, también estaba interesado en la astrología y la adivinación.

En 1555, Nostradamus publicó su libro «Las profecías». El libro contiene 942 cuartetos, que son versos de cuatro líneas. Las profecías de Nostradamus son ambiguas y abiertas a la interpretación.

Algunas de las profecías de Nostradamus que se han cumplido incluyen la ascensión de Napoleón Bonaparte, la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, también ha habido muchas profecías que no se han cumplido.

Este visionario murió en 1566. Su fama y sus profecías siguen siendo objeto de debate hasta el día de hoy. Aunque se puede afirmar sin tapujos que las profecías que sí se han cumplido son más bien interpretaciones a sus obscuras palabras, adecuándolas a los acontecimientos de la época actual, más que entendiéndolas como una predicción literal.

Los seres humanos somos malos profetas. Todos hemos oído de su existencia en el pasado, pero en la actualidad nadie, al menos yo no, conoce a alguno. No me refiero a personas que leen cartas, tarot o la palma de la mano. Me refiero a profesionales de la predicción. Además, parece que sus vidas se acortan sorpresivamente en la mayoría de los casos, por lo que se trata de una profesión peligrosa.

A pesar de no atrevernos mucho a predecir el futuro, lo que sí hacemos es deducirlo, o intentar deducirlo, casi siempre con resultados desastrosos. Hay un dicho en economía que dice que un economista es una persona que puede predecir el pasado. También hay muchos que predicen permanentemente crisis que nunca se dan.

Lo gracioso es que estas predicciones no son adivinaciones o visiones de futuro desarrolladas bajo el efecto de drogas alucinógenas, que a lo mejor también. Son el resultado de deducciones basadas en sus especializados conocimientos y hechos concretos medibles actuales y del próximo pasado. Y fallan la mayoría de las veces.

No hace falta ser economista para deducir el futuro. Vemos a un hijo nuestro y pensamos “como siga siendo tan mentiroso y desleal, va a terminar como presidente de algún país, ya verás”. O “sigue con esas amistades y vas a terminar entre rejas”.

Y aunque tendemos más a deducir futuros negativos, es una debilidad humana, también nos podemos aventurar con deducciones positivas: “a este chico le va a ir bien”, por ejemplo (eso dijeron de mi y todavía no sé qué es “ir bien”).

Entonces, tenemos la predicción, que es adivinar el futuro en base a inspiración, visiones o sueños y la deducción, que es predecir un futuro en base a hechos actuales, los cuales pueden ser tanto interpretados como concretos. Y existe una habilidad todavía superior a estas dos descritas: la inducción.

Inducir es crear o generar que suceda algo buscado o deseado en el futuro, por obvias razones. Porque si ya lo tenemos, en el presente, no tenemos que crearlo ni generarlo.

Por ejemplo. Seguramente eres una persona más joven que yo, eso dicen las estadísticas de mis seguidores, así que no habrás oído hablar de un libro de que tuvo un enorme éxito de ventas del siglo pasado.

El libro al que me refiero es Reengineering the Corporation: A Manifesto for Business Revolution, de Michael Hammer y James Champy, y fue editado por primera vez en 1993. Fue un éxito de ventas y se convirtió en un clásico de la gestión empresarial.

Hammer y Champy proponen un nuevo enfoque para la gestión empresarial, basado en el rediseño radical de los procesos de negocio. El argumento principal del libro es que los procesos de negocio tradicionales están obsoletos y que necesitan ser rediseñados para adaptarse a los nuevos retos del entorno empresarial.

Y de entre todas sus revelaciones hubo una que me causó un fuerte impacto y tenía que ver con la diferencia entre deducir e inducir. Los autores hacen hincapié en que la reingeniería de procesos es mucho más factible gracias a mejoras en tecnología que no existían tan solo unos pocos años antes de que el libro fuera escrito.

Hammer y Champy piensan que con las nuevas tecnologías no aplica la deducción sino la inducción. Me explico. No se trata, según los autores, de deducir si vas o no a necesitar los nuevos descubrimientos tecnológicos para mejorar los beneficios y el servicio al cliente de tu empresa. Para ello solo se necesitan ingenieros, sin menospreciarlos en lo más mínimo.

Se trata de inducir el uso de las nuevas tecnologías sin deducir si las necesitas o no. Los autores plantean que, si existe una nueva tecnología, nuestro trabajo es ver cómo la usamos, inducir su uso, más que mantener una actitud pasiva de “si la necesito ya la buscaré”. Para inducir se necesita visionarios, que ya luego los ingenieros verán cómo ponerla en práctica.

El futuro es casi imposible de predecir ni de deducir, pero está en nuestras manos inducirlo, es decir, crearlo.

Pues bien, con nuestro futuro es exactamente como con la tecnología. El futuro es casi imposible de predecir ni de deducir, pero está en nuestras manos inducirlo, es decir, crearlo. ¿Cómo se crea el futuro? Estos son los pasos necesarios para crear un futuro inspirador.

Primer paso, ten objetivos. Sé que soy muy insistente en este punto en todas mis comunicaciones, pero, en serio, ¿qué vas a hacer mañana cuando te levantes de la cama? Si ya lo sabes, ya tienes un objetivo. Acabo de leer la presentación de un libro acerca del daño que hace la autoayuda a las personas. Escrito por un psicólogo, el libro afirma que ponerse objetivos hace daño a la gente cuando no los alcanzan, lo que, según él, genera culpa. Que lo mejor es quedarse como estás, “ser tú mismo”, dice este genio.

Lógico, si te pones un objetivo y no lo alcanzas, lo mejor es eliminar el objetivo, y para nada crecer y desarrollar las habilidades necesarias para alcanzarlo. Yo entiendo a esta persona. Ve a la gente sufriendo y se conmueve, y les dice “si te quedas como estás ya no vas a tener estrés, ni angustias, ni problemas de ningún tipo. Y ya que estés calmado, apúntate a algún programa social de subsidios a ver si vives sin trabajar también”. Pura vida, como dicen los costarricenses.

Segundo paso, conócete a ti mismo. ¿Quién eres? No, en serio, ¿quién de verdad eres? Y menos metafísicamente hablando, ¿dónde exactamente estás en este momento en tu vida? Porque sin saber dónde estás, parte de conocerse a uno mismo, difícilmente sabrás cómo llegar a donde quieres ir.

En una empresa, el trabajo a realizar para establecer objetivos es tan importante como el esfuerzo por conseguirlos. Y parte del trabajo a realizar para la definición de los objetivos consiste en conocer perfectamente debilidades y fortalezas, para no ponernos metas que de antemano ya sabemos que superaremos fácilmente.

No alcanzar un objetivo es, a menudo, más importante que lograrlo. Un muy brillante dueño de una embotelladora y distribuidora de refrescos que fue tan brillante como para ser mi cliente, me dijo una vez que le molestaba sobremanera que alguno de los camiones de reparto regresase vacío al final del turno. “¿Cómo?”, le dije. “Si regresó vacío es que lo vendió todo. ¿No es eso bueno?”. “Para nada”, me contestó. “Es verdad que vendió todo, pero no sé cuánto dejó de vender”.

Dos cosas para tener en cuenta cuando se trata de conocerse a uno mismo. Llama a las cosas por su nombre y acepta lo que es. Llamar a las cosas de forma diferente para engañar no le funciona ni a los políticos tramposos, y no aceptar lo que es, desear que las cosas fueran diferentes a como son, es señal de locura.

Tercer paso. Ten una estrategia acerca de cómo lograr tus objetivos y actúa. Es la acción estratégica la que nos permite aprender. Los humanos establecemos relaciones causa-efecto a lo largo de nuestras vidas y, cuando estas asociaciones de causas y efectos son válidas, es cuando nuestro aprendizaje es también valioso.

Si la asociación es falsa, como sucede con las fobias, nuestro aprendizaje no será valioso y no tendrá efectividad para construir el futuro que queremos inducir. En ocasiones, el mejor aprendizaje no es el que directamente adquirimos en nuestros intentos de ensayo y error, sino el que aprendemos de la experiencia de otras personas que han logrado los objetivos que buscamos.

Como decía un mentor mío, el éxito deja huellas. Esas huellas son las que tenemos que seguir si es que queremos usar el camino más eficiente posible, que no exento de retos. Otro dicho que me repetía este mentor hasta el cansancio era que la estrategia de cruzar los dedos y esperar a que las cosas mejorasen tampoco era la más adecuada.

Cuarto paso, sé sensible y date cuenta si te estás acercando o no a tus metas. ¿Has tenido alguna vez una conversación con alguien que no parecía darse cuenta, por más señales que le enviabas, que a ti la conversación o el tema te importaban muy poco? Imagino que sí.

Pues bien, lo más probable es que la persona que no dejaba de hablar no fuese maleducada sino insensible. Es decir, no se daba cuenta de las señales que le enviabas. Los expertos recomiendan que o bien, digas la verdad, o, si esto te incomoda porque estropearía la relación, dile con firmeza que te tienes que ir y hazlo. No se ofenderá, te lo aseguro.

La sensibilidad es muy importante si deseamos llegar a tiempo. Si nos damos cuenta de que vamos desviados en el kilómetro 5 de un camino de 100, no será lo mismo que después de recorrer 95. Ser sensible implicará necesariamente detenerse a lo largo del camino y revisar el progreso.

Un ejemplo. Imagina que te has puesto de meta ahorrar un millón de euros en un año, lo que implica que tendrías que ahorrar cada mes la cantidad de ochenta y tres mil trescientos treinta y tres pesos, con treinta y tres céntimos. Si al mes 1 tu ahorro es cero, todavía sería posible cumplir tu objetivo, pero si al mes 11 tu ahorro es de medio millón, difícilmente llegarás a la meta establecida.

Quinto paso, sé flexible y cambia de estrategia si la que estás usando no funciona. Si vas bien, si tus mediciones intermedias dicen que vas bien, continua, pero si dicen lo contrario, debes de tener la suficiente flexibilidad para cambiar y buscar otra estrategia. Como dice Tony Robbins, graba tus metas en acero y el camino en arena. Tu compromiso es con la meta, no con la estrategia.

Y como dijo Einstein, seguir usando lo que no funciona es síntoma de estupidez, o algo así. Sé que suena obvio, pero en la vida lo aplicamos con más frecuencia de la debida. Alguien no nos hace caso y le repetimos la solicitud con un volumen de voz más alto. Si, de nuevo, no nos hace caso, seguiremos incrementando el volumen de voz hasta llegar al descontrol emocional y seguir sin conseguir el resultado buscado. Si no funcionó a la primera, ¿por qué funcionaría con más decibeles?

Finalmente, es probable y posible que nunca alcances la meta. Es posible que la alcances y es posible que no. Cuando esto último suceda, que sepas que lo importante no es la meta sino en quién te estás convirtiendo en buscar conseguirla.

Alguien muy sabio dijo una vez que era mejor hacernos tesoros en el cielo que en la tierra, porque en este lugar la polilla y los ladrones se los pueden llevar o comer. Pero los del cielo estarán siempre contigo y esos son la verdadera ganancia.

Compartir publicación:

Artículos relacionados

Descubre más desde Coach Francisco Senn, El Coach del Poder Personal

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo

×