El efecto colateral del Covid: catatonia social

Esquizofrenia catatónica: La característica principal del tipo catatónico de esquizofrenia es una marcada alteración psicomotora que puede incluir inmovilidad, actividad motora excesiva, negativismo extremo, mutismo o peculiaridades del movimiento voluntario.

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¿Está la sociedad actual catatónica? Es una pregunta que me hago con frecuencia.

Que la pandemia nos afecta mucho más allá de la enfermedad que implica, es algo que, en estos momentos, debiera estar fuera de discusión.

Es, sin duda también, una situación anómala, sorpresiva, negativa, amenazadora de nuestra existencia y es también, por lo menos para muchas personas bien pensadas que no creen en teorías conspiratorias, totalmente inesperada e imprevisible. Por más que Bill Gates tiene avisando de la posibilidad real de una epidemia como la que ahora padecemos desde hace años, yo personalmente me acabo de enterar de sus amenazas o advertencias recientemente.

Con tanto dinero, yo, tal vez, habría hecho una mejor campaña de promoción y comunicación que Bill. Sin embargo, parece que su posicionamiento mundial como vidente o futurólogo empezó justamente ahora que el niño está ahogado.

Regresando a la sociedad afectada, nosotros todos, y basados en la definición de la catatonia, podríamos decir que esta experiencia nos ha dejado en ese estado mental, psicológico y emocional. Estamos catatónicos.

Lo peor, con mucho respeto a todas las personas que han fallecido como consecuencia del virus o de la ineficacia de los políticos y del sistema de salud de muchos países, no queda en los efectos sanitarios y económicos de la pandemia sino en los que todavía ni vemos porque están a cierta distancia en tiempo y espacio.

Si crees que las consecuencias directas de la pandemia se limitan a únicamente fallecidos como consecuencia de la enfermedad, debes saber entonces que:

  • El número de suicidios y de personas deprimidas se ha más que triplicado en todos los países afectados, que son casi todo el mundo. Se están consumiendo antidepresivos en tal cantidad que los narcotraficantes se están pensando si cambiar de mercado o no.
  • En todo caso, la buena noticia para los narcotraficantes es que, a pesar del daño económico a escala mundial, se están vendiendo drogas como nunca. Lo mismo ocurre con el alcohol y las demás sustancias legales pero adictivas de las que nos alimentamos.
  • Todas las enfermedades preexistentes al covid han aumentado en el número de fallecidos.
  • Ha aumentado drásticamente el número de horas que dedicamos a ver televisión. Supongo que no es necesario que mencione el daño y perjuicio mental que esto representa. Por otro lado, el número de libros leídos por persona no ha aumentado un ápice.

Y una razón de estos desastres ya presentes y por venir puede recaer en el hecho de que estamos tratando de resolver un problema nuevo con soluciones viejas.

Tomemos como ejemplo a la catatonia. Por años, los psiquiatras han tratado de resolverla sin resultados apreciables más allá de los efectos temporales de alguna droga que, al mismo tiempo, provocaba ciertos otros efectos secundarios todavía más indeseables que la catatonia misma. Inclusive, algunos enfermos esquizoides catatónicos, comparten con los presos sentenciados a muerte por electrocución de mediados del siglo XX casi casi los mismos métodos, aunque, es justo decirlo, con menor intensidad.

No recuerdo su nombre, pero había un innovador psiquiatra que decía que no había catatonia que aguantase arriba de la rodilla. Su método era muy simple. Se sentaba al lado del catatónico y, con unas pinzas de depilar, le arrancaba un vello del tobillo. Si el paciente no reaccionaba, arrancaba ahora un vello un poco más arriba y así sucesivamente si seguía sin obtener respuesta. Según su experiencia ningún catatónico aguantaba cuando el siguiente vello se encontraba ya a determinadas alturas.

Richard Bandler, cocreador de la Programación Neurolingüística, tenía métodos menos invasivos, pero igual de efectivos para tratar con catatónicos. En unas prácticas que desarrolló en un centro psiquiátrico de California se fue posicionando rápidamente ante los demás doctores como el amante de los casos más difíciles y recalcitrantes. En una ocasión, tratando a un catatónico, Richard decidió sentarse al lado del paciente y adoptar su misma postura corporal y ritmo respiratorio. Las primeras horas el paciente no generó respuesta alguna ante el estímulo externo, pero Richard no estaba dispuesto a moverse de esa postura hasta obtener respuesta.

Al cabo de varias horas, el paciente, que ya no aguantó más, miró a Richard con enojo y le dijo “¿Se puede saber qué rayos estás haciendo? ¿Estás loco?”. Un hombre que llevaba varios años sin responder en modo alguno a estímulos externos de cualquier clase, en unas cuantas horas dio señales de vida más allá de la catatonia.

En otra ocasión, Richard tuvo la oportunidad de trabajar con un paciente que decía ser el mismo Jesucristo y al que todos los doctores del centro habían dado ya por caso perdido.

-Entonces, ¿tú eres Jesucristo? – le preguntó Richard.

– Tú lo has dicho hermano – respondió el nuevo mesías.

– Vale, entonces no te importará si te tomo unas medidas – replicó Richard.

– Adelante, hermano mío – consintió el paciente.

Richard sacó entonces una cinta métrica de su bolsillo y le pidió al enfermo que estirase los brazos hacia los lados y se mantuviese firme. El enfermo, sin chistar, hizo lo que le solicitaban con cara de asombro cada vez más evidente. Richard midió diligentemente el largo desde el extremo de un brazo extendido hasta el otro, así como la altura del redentor. Salió del recinto y regresó a los pocos minutos con un par de tablas, un martillo, unos clavos y un letrero.

Ante la mirada atónita del paciente, comenzó a clavar las tablas en forma de cruz, en el suelo y siguiendo las medidas previamente tomadas.

– ¿Qué estás haciendo hermano? – preguntó algo alterado ya el supuesto Jesús.

– Tú eres Jesús, ¿no? Sabes perfectamente lo que estoy haciendo.

– No sé lo que estás haciendo. Exijo que me lo expliques – replicó el paciente, cada vez más nervioso.

– Sí, sí lo sabes – le contestó Richard sin dejar de clavar los clavos en la cruz. – Anda, pásame ese letrero que dice INRI. Ese va aquí, en lo alto de esta tabla.

Antes de regresar con las tablas, ya Richard le había pedido a un par de enfermeros que a una señal suya entrasen por la puerta disfrazados de soldados romanos y dijesen en voz alta: “Ave centurión. Todo listo para la crucifixión”. Richard supo que ese momento era el correcto para la entrada solemne de los soldados, los que a su señal entraron representado su papel magistralmente.

– Ave centurión, todo listo para crucifixión – dijeron al unísono levantando el brazo y haciendo el saludo formal de un soldado romano a su centurión.

Para esos momentos, el convencido mesías estaba ya fuera de control y comenzó a gritar “Yo no soy realmente Jesús. Van a cometer un asesinato. Por favor, deténganse”.

Richard, en lugar de utilizar el formato de tratamiento tradicional, entró primero en el mundo del paciente antes de encontrar la manera de sacarlo de un mundo que solo le había causado al paciente dolor, soledad y abandono.

La pandemia actual nos ha dejado catatónicos, sin respuesta alguna o con respuestas totalmente inadecuadas, y nos ha metido de lleno en un círculo vicioso hacia tenebrosas consecuencias. Estamos en lo que se conoce en disciplina sistémica como un círculo retroalimentador reforzador y tenemos, antes que sea tarde, que darle la vuelta con respuestas más novedosas y creativas que las que estamos generando como sociedad.

Lo voy a explicar con más detalle con la siguiente gráfica:

Lo que estamos viviendo nos hace sentir mal, desamparados, perdidos, sin esperanza alguna. Estas emociones nos llevan a un estado de toma de decisiones muy inadecuadas, lo que nos lleva a resultados inadecuados, lo que nos conduce a sentirnos peor, lo que, produce resultados todavía peores, y así sucesivamente. ¿Me explico? Tenemos que convertir el círculo vicioso en uno virtuoso con dirección a mucho mejores y más plenos resultados. Y se puede, aunque reconozco que no parece nada fácil.

Y, sin embargo, desde hace casi 50 años tenemos soluciones delante de nuestras narices. Una de las soluciones más efectiva que conozco para modificar conductas y generar patrones de excelencia en los seres humanos es la Programación Neurolingüística, conocida más por sus siglas PNL.

Richard Bandler y John Grinder crearon la PNL a principios de los 70, coincidiendo con la misma época en la que Steve Jobs creaba el ordenador personal o PC. Se trataba de un enfoque extraordinariamente novedoso y eficaz para los campos de la terapia y el cambio personal.

La PNL no solamente es útil para tratar patologías psicológicas y mentales humanas, también nos enseña cómo abordar problemas complejos de formas novedosas, creativas y más eficaces en muchos otros campos.

¿Por qué es tan eficaz la PNL? Muy sencillo, porque está basada en la forma en que operamos neurológicamente todos los seres humanos de este planeta. Y no ahora, recientemente, sino que hemos operado así desde hace probablemente miles de años, sin distinción de edad, raza, género o nivel cultural.

La PNL es, en pocas palabras, el manual de uso de nuestro cerebro. Nos enseña que toda experiencia humana tiene dos aspectos: el contenido y el proceso. El qué nos está pasando y qué significa, contenido, y cómo nos lo representamos internamente, el proceso.

Cambiar el contenido es con frecuencia imposible y, en caso de serlo, muy complicado y lento. Un ejemplo. Acabo de leer un artículo titulado Los aspectos positivos de la pandemia de Covid. Es un artículo que pretende cambiar el contenido, pero no hace nada por cambiar el proceso. Aunque todo en la vida tiene su parte positiva, esta parte no elimina la negativa, solo la compensa momentáneamente.

Llamar positivo a lo que es negativo puede animarnos un periodo de tiempo generalmente corto, hasta que lo negativo nos alcanza de nuevo, y ahora con más fuerza. Mira, esta pandemia es una… Sí, si lo pensaste acertaste y, por respeto, prefiero no escribir la palabra. Ahora bien, la vida sigue y yo tengo que seguir adelante con mi vida. Necesito tomar decisiones poderosas, generar resultados poderosos y volver a sentirme bien de nuevo.

Y para ello, solo nos queda la posibilidad de cambiar el proceso, dado que el contenido es el que es, ni más ni menos. Y es en este sentido que la PNL es invaluable e insustituible, porque ha desarrollado un enorme arsenal de técnicas para modificar el proceso a través del cual los seres humanos nos representamos la realidad.

Las técnicas y principios de la PNL, también llamados “presuposiciones de la PNL”, son demasiado extensos para tratarlos en esta conversación, pero puedo asegúrarte que son aplicables tanto a la gestión personal como a la gestión empresarial con resultados y beneficios espectaculares en ambos casos.

Personalmente, haría de la PNL una asignatura obligatoria de secundaria. Verás, el cerebro humano es extraordinario, pero tiene varios problemas adjuntos a su uso. En primer lugar, la naturaleza nos lo dio gratuitamente y, como todo el mundo sabe, tendemos a no valorar lo que se nos da sin que paguemos por ello. En segundo lugar, se nos entregó sin un manual de instrucciones y, aunque la mayoría de los seres humanos ni siquiera leen el manual de instrucciones de los aparatos que compran antes de usarlos, el de nuestro cerebro, en vista de su enorme potencial, te aseguro que vale la pena leerlo completo y cuanto antes en nuestras cortas vidas.

Porque, créeme, la vida es demasiado corta. En el libro Homo Deus del escritor israelí Yuval Noah Harari, el autor explica que los esfuerzos de la humanidad se dirigen cada vez más a buscar la inmortalidad. Sin embargo, la mayoría de estas personas que desean vivir para siempre, hablan consistentemente de los graves problemas que hacen que sus vidas sean infelices. ¿Por qué empeñarnos en vivir para siempre todas las penas que nuestras vidas representan? ¿Por qué se da esta paradoja, digna representante de la disonancia cognitiva?

Tal vez porque la vida eterna está en nuestro instinto de supervivencia, pero no sabemos cómo hacer de esta vida una mucho más plena y satisfactoria. Pero cuando sí sabes, cuando tomas el control de tu vida y de tus experiencias, entonces la vida se vuelve corta, tan corta como un suspiro o un precioso amanecer.

Estudiar Programación Neurolingüística puede no ser la única solución, pero sin duda es una solución. Por si acaso alcanzamos la inmortalidad, yo la estudiaría y, por si no la alcanzamos, lo haría cuanto antes.

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