Controla tu enfoque, cambia tu vida

Cómo el control del enfoque y de nuestra atención puede cambiar nuestra vida para siempre

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El control del enfoque, aquello en lo que enfocamos nuestra atención, determina nuestra realidad. Prefiero empezar con una afirmación tajante e inequívoca, aunque después ya nos pongamos a rebatirla.

Enfocar nuestra atención hacia cosas concretas es un ejercicio deliberado y una clara aplicación del libre albedrío del que gozamos los humanos, aunque, ciertamente, cada vez menos gozable. Muchas personas y grupos de poder hacen esfuerzos denodados por hacer que nuestro enfoque se dirija hacia lo que ellos desean que lo dirijamos, porque saben a ciencia cierta que nuestro enfoque construye la realidad que experimentamos. Si no controlas tu enfoque, no controlas tu vida. Lo siento.

El cocreador de la PNL, Richard Bandler, hacia con mucha frecuencia referencia a la pregunta acerca de quién conduce el autobús en el que te trasladas por los avatares de la vida. Puedes ir sentado cómodamente en la parte de atrás del autobús, yendo hacia donde el conductor decida, o tomar el volante y dirigirlo hacia donde tú y solo tú quieres. Personalmente, no me fio de las personas que conducen el vehículo en el que me encuentro, a menos que sea mi mujer o transporte público, de esos que siguen rutas preestablecidas. Por lo demás, si hay un volante en el vehículo, prefiero que esté en mis manos.

¿Cómo es que el enfoque determina las experiencias de vida que constituyen nuestra existencia? Esta relación causa-efecto no es un concepto nuevo y ha formado parte de las interpretaciones de diversas culturas y civilizaciones a lo largo de la historia. Lo menciono no porque su antigüedad lo haga verdadero por defecto, sino porque es un concepto fascinante.

Incluso existía un argumento de la física cuántica que también apoyaba esta interpretación acerca del enfoque y su poder transformador. El problema es que, una vez que la teoría de cuerdas ya ha sido despreciada entre los físicos más prominentes de la actualidad como una teoría “ridículamente absurda”, cualquier cosa puede pasar con la mecánica cuántica. A pesar de que soy consciente de que mañana, cualquier nuevo físico teórico puede interpretar la física cuántica como una perogrullez, me atreveré a contarte esta interpretación relativa al comentado poder el enfoque.

Pues bien, esta teoría tenía que ver con el hecho de que las partículas, quizás sea poco acertado en mi explicación y pido disculpas por ello, podían encontrarse simultáneamente en posición de onda, es decir potencialmente en múltiples posiciones, o como partículas físicas, es decir como partículas medibles al menos en posición o en velocidad, que ambas juntas, parece que no se puede. El caso es que en este segundo estado son partículas físicas mientras que, como onda, son pura potencialidad. Y es aquí donde entra la magia, porque a través de un proceso denominado, si mal no recuerdo, precipitación cuántica, de todas las enormes posibilidades de expresión potencial posibles, las partículas “eligen” una.

control dell enfoque

Todos estos elementos juntos nos sirven, lo sepamos o no, para construir nuestras vidas y experiencias, lo que nos hace felices y lo que nos hace sufrir.

Al hecho de que una misma partícula se encuentre en diferentes lugares al mismo tiempo, se le denomina, de nuevo pido disculpas si me equivoco, “superposición”. Pues bueno, después de tanta explicación técnica, ahora viene lo más interesante: cómo interpretamos el hecho de que de tantas posibilidades existentes haya ocurrido una, y solo una, precipitación cuántica precisa, definida y limitada. La pregunta que surge es, ¿qué hizo que esa experiencia de vida para la partícula fuese elegida de entre tantas posibilidades? ¡Exacto! Ya adivinaste a dónde te quiero llevar. La respuesta es el enfoque. Y algunos otros elementos más, tales como las creencias, el lenguaje, los estados emocionales, los objetivos que nos fijamos, etc. Todos estos elementos juntos nos sirven, lo sepamos o no, para construir nuestras vidas y experiencias, lo que nos hace felices y lo que nos hace sufrir.

Y de la misma forma que las partículas, los elementos esenciales que constituyen la materia ya sea en los humanos o en el mueble sobre el que estoy sentado, parece ser que también nosotros, los humanos, tenemos siempre opciones disponibles para decidir y actuar y que, de todas esas opciones, tozudamente elegimos las mismas una y otra vez. Es probable que no veamos esas opciones o alternativas, pero el hecho de no verlas o percibirlas no implica que no existan, solo que no están en nuestra percepción.

En este punto, por ejemplo, es donde entran nuestras creencias personales, ya sea acerca de la vida o acerca de nosotros mismos, lo que se conoce como nuestra identidad. Imagina que crees con firmeza que las oportunidades de la vida son o escasas o inexistentes para personas como tú. Puedes, incluso, universalizar la creencia, la puedes extender al resto de la humanidad. Puedes decir, por ejemplo, “la vida no proporciona las mismas oportunidades a todas las personas. Algunas tienen más oportunidades que otras, y eso es lo que propicia el capitalismo. Necesitamos un estado que nos proteja.” Y así nació el comunismo.

Si no crees que existen oportunidades por igual para todos o alternativas suficientes para ti, ¿las percibirías, aunque estuviesen delante de tus narices? Si no tienes unas narices tan grandes como las mías, lo cual sería una buena excusa, me atrevo a pensar, como muestran muchísimos estudios acerca de la percepción, aun estuvieran presentes y tuvieran el tamaño de un elefante, por el mero hecho de no creer que existen no las percibirías, no señor.

En resumen, nosotros decidimos en qué enfocarnos y eso hace que las experiencias de vida se desplieguen delante de nosotros, en concordancia con nuestro enfoque principal. ¿En qué te enfocas? ¿En oportunidades o en problemas? Porque de eso depende qué te encuentres. De eso depende en qué partículas de experiencia se convertirán las múltiples opciones o posibilidades que en realidad existen.

A donde te quiero llevar es a que pienses en qué estás enfocando tu atención la mayor parte del día, porque eso determinará el tipo de vida que construyas, lo entiendas o no, lo sepas o no. Un ejemplo. Dos, más bien. La política y los eventos internacionales.

Hablemos primero de política. Puede que las cosas que estén pasando en tu país a nivel de gobernantes sean poco de tu agrado, o de ningún agrado tal vez. Sin importar el bando al que pertenezcas o al que seas afín, con seguridad estarás expuesto a información que te indignará. Existen muchos bien intencionados, profesionales y muy eficaces como comunicadores, youtubers que tienen miles de seguidores y visualizaciones de sus vídeos que pueden provocar, y con frecuencia lo logran, enormes cotas de enfado o encabronamiento en quienes reciben su información. Están manejando nuestro enfoque y modificando de paso las posibilidades de que descansemos a gusto después de un largo día de trabajo.

Que si la amnistía, el referéndum, los indultos, el bloqueo al CGPJ, yo qué sé. Hay más razones de indignación en todos estos temas que caramelos en una piñata. Personalmente no estoy en contra de que estemos expuestos a toda esta información ciertamente negativa, lo que sugiero es que también dediquemos tiempo a lo que verdaderamente nos importa. Si solo dedico tiempo a indignarme con los sucesos de la actualidad, no me quedará tiempo para construir un mundo mejor. Estaré desmotivado, desmovilizado, de mal humor. Pues eso, encabronado y frustrado.

Lo mismo con la situación internacional. De nuevo, estar enterado de lo que ocurre entre Israel y Hamás, los palestinos y la ONU, es importante, pero si ocupa todo mi día, y en algunos casos hasta la tarde del domingo en una manifestación en la Plaza del Sol, estaré dejando de construir el mundo en el que deseo vivir y el mundo en el que deseo que mis hijos vivan.

Las cinco claves para lograr el control del enfoque.

A continuación, ofrezco algunas recomendaciones para asumir el control de nuestro enfoque y ejercer nuestra responsabilidad personal sobre los resultados que deseamos en nuestras vidas:

  1. Decide lo que quieres. Si te subes al autobús, te dejan el volante y no sabes a dónde ir, de poco te servirá. De hecho, alguien que sí sepa a dónde dirigirse te quitará del volante y lo hará suyo, lo quieras o no.
  2. Desarrolla la percepción selectiva. Busca conscientemente ejemplos de cómo lograr lo que sea que buscas y quieres y no ejemplos de cómo no lograrlo. Es bueno estar prevenido de las cosas que nos pueden pasar y de los obstáculos que nos podemos encontrar, sin que esto represente que te echas atrás en perseguir tus sueños.
  3. Mantente motivado. El gran Zig Ziglar contaba una historia del rico ranchero que quería casar a su hija con un joven que fuese emprendedor, valiente, virtuoso, inteligente y guapo. Casi nada. Y para identificar a ese joven decidido a tener éxito, el rico ranchero poseía una piscina olímpica llena de tiburones, cocodrilos, pirañas, serpientes acuáticas venenosas y varias alimañas más, de tal forma, contaba el ranchero en una fiesta, que el que se atreviese a tirarse a la piscina y salir vivo de ella por el lado opuesto, este valiente individuo tendría como premio a elegir entre un montón de dinero, un montón de tierras ricas en petróleo o la mano de su preciosa hija. Pues en una ocasión, se escuchó un chapuzón sorpresivo en un lado de la piscina y al cabo de unos cuantos y angustiosos minutos un joven ensangrentado consiguió salir vivo del otro lado. El ranchero, asombrado y admirado por la valentía del personaje le ofreció los premios, uno a uno. Primero el dinero, luego la tierra y a ambos el joven se negó jadeando todavía por el esfuerzo. Ante la negativa del muchacho por los dos grandes premios, el ranchero le comentó que si lo que quería era la mano de su hija, que esta mano estaba concedida, de acuerdo con su palabra dada desde un inicio, toda vez que su hija accediese, que el ranchero era un poco mandón pero respetuoso con el feminismo. Sin embargo, para sorpresa de todos los asombrados presentes, el joven muchacho contestó airadamente que tampoco quería la mano de la hija del ranchero. “A ver- le dijo el ranchero – No quieres el dinero, ni las tierras ni la mano de mi hija. Entonces, dime ¿qué es lo que quieres? El joven, todavía muy alterado y visiblemente molesto respondió: “Lo que quiero es saber quién me empujó a la piscina, porque como lo encuentre lo mato”.

Sonrisas aparte, ¿podemos pensar que el joven estaba motivado para llegar al otro lado de la piscina? Seguramente lo estaba y es que, sin motivación, es complicado lograr grandes cosas en la vida. También es seguro que, estando en la piscina rodeado de peligrosas criaturas, el joven no estaba pensando en los premios sino en cómo desesperadamente salir vivo. Como sea, estaba motivado. ¿Cómo se motiva uno mismo? Conociéndose mejor. “Conócete a ti mismo”, decía una inscripción en el pronaos del templo dedicado a Apolo, en Delfos, Grecia, y es que sabiendo lo grande y genial que eres solo puedes sentirte motivado. Otra forma es desarrollando habilidades, lo que nos lleva al siguiente punto.

  1. Desarrolla habilidades que te permitan controlar tu enfoque y tu atención. Ciencias como la Programación Neurolingüística, que a pesar de su complejo nombre está al alcance de cualquier persona interesada, o de desarrollos como la Inteligencia Emocional nos pueden blindar con habilidades personales que nos permitirán controlar, si no nuestras vidas al completo, al menos una gran parte de estas.
  2. Dedica tiempo a visualizar el tipo de vida que deseas. Enfócate en el lugar al que quieres ir, y nunca del lugar del que quieres salir. Una recomendación cuando estás al volante de un coche que está patinando y fuera de control es nunca mirar hacia donde no quieres dirigirte. Si lo haces, ahí terminarás.

En resumen, debes de empezar a tener más responsabilidad sobre tu vida controlando tu enfoque y en qué pones tu atención. Ser más protagonista y menos víctima. Estos cinco puntos conforman tu «examen de conducción» en el autobús de la vida. Te animo a superarlo lo antes posible, ya que la vida es corta y el trayecto es limitado. Cuanto antes asumas el control, mejor para todos. Te agradezco de antemano por tomar las riendas y contribuir a la creación de un mundo mejor. No te distraigas del camino y recuerda lo que un famoso locutor mexicano dijo: «Quítense curvas, que yo voy recto».

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