Cómo se construye la confianza

Confiar es más que una circunstancia, es una competencia humana que nos permite vivir con libertad y seguridad. De hecho, la felicidad está basada en la confianza, confianza en que estamos en el lugar correcto, en el momento correcto, con las personas correctas.

Aquel que no confía lo suficiente, no será digno de confianza

Lao Tzu

Confiar. Según el diccionario la definición de confiar es Depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier otra cosa.

Sin embargo, una gran cantidad de seres humanos, no tengo la estadística precisa pero esta afirmación es según mi apreciación, no confían ni en su sombra.

Hemos aprendido a desconfiar de todo aquello que no conocemos y, sin embargo, confiamos en las personas que nos piden que llevemos mascarillas aun en playas desiertas basados en absolutamente ningún estudio o evidencia de que no llevarlas es perjudicial.

Aunque parezca lo contrario, la confianza es un proceso totalmente estructurado en nuestras mentes y cerebros y está basado en un conjunto de criterios específicos, lo sepamos o no. Cierto es que en la mayoría de las ocasiones no los conocemos, pero eso no elimina que confiar esté basado en criterios definidos, concretos y específicos.

Confiar es, en muchas ocasiones, un asunto cultural. Hay países en donde laboralmente se confía en la persona que posee las credenciales académicas necesarias o suficientes para el desempeño de un trabajo. Como si en todos los casos hubiera una manera de definir qué credenciales académicas facultan pata lograr un resultado.

Lógicamente un abogado o un médico necesitan saber a ciencia cierta lo que hacen. Un doctor no puede confundir la trompa de Eustaquio con la de Falopio, aunque a mi en este momento me esté permitido no entender cuál es una y cuál es la otra. Sin embargo, esta confusión puede tener consecuencias desagradables para la persona que posee ambas.

Lo mismo se puede decir de un abogado que confunde una denuncia con una demanda, que parece ser que no son lo mismo. Pero en otras muchas ocasiones, la definición de los conocimientos académicos o competencias necesarias es más una cuestión de jugar a los dados que cualquier otra cosa.

Por ejemplo, un puesto como consultor en una empresa de consultoría. Si bien es verdad que en aquellos puestos en los que confunden un consultor con un especialista en un programa de cómputo específico, que no son lo mismo, el conocimiento acerca del programa es un requisito indispensable, en muchas ocasiones la definición de los conocimientos necesarios no es tan clara.

Aunque debiera de serlo. Cualquier puesto puede y debe ser definido con claridad y especificidad suficiente como para definir las exactas competencias necesarias para desempeñarse con excelencia.

En estos países en los que las credenciales académicas son sinónimo de confianza es extremadamente frecuente la contratación de personas que terminan “no dando la talla” o “no cubriendo las expectativas que de ellos se tenían”.

Contratar a la persona correcta en el puesto correcto sigue siendo, en pleno siglo XXI en donde reinan algoritmos y programas de inteligencia artificial, un verdadero desafío. Se sigue contratando a la gente porque se confía en ellos, nos guste o no.

Hoy en día, con aspectos como el teletrabajo, la confianza se ha vuelto un bien escaso. Las muestras de falta de confianza de las empresas acerca de las personas que teletrabajan no hacen más que socavar más la relación entre empresa y empleados, lo que no ayuda a lograr grandes cosas.

Y no solamente en el terreno laboral la confianza es un criterio importante de controlar. En el plano personal lo común es confiar en la persona en quien nunca se debió confiar y de, esto no hay forma de saberlo, no haber confiado en quien sí representaba una garantía de fiabilidad. Mi relación con mi suegra es un claro ejemplo de esto último.

¿Es un error confiar en nuestro instinto, por ejemplo? ¿Es un error confiar en las personas hasta que demuestren que no se puede confiar en ellos? ¿Es adecuado no confiar en nadie hasta que demuestre que se puede confiar en esa persona? ¿Qué es primero, la confianza o las pruebas? ¿Qué tiene que pasar primero, que nos ganemos la confianza con pruebas o que la recibamos gratis y tratemos de no perderla?

confiar

Tal vez, todas las preguntas anteriores están mal formuladas y la pregunta correcta es qué es lo más sano para la supervivencia del ser humano. Y lo más sano parece ser confiar, confiar y confiar aun cuando se ha violado la confianza. Lo contrario no habla de que nos hacemos más listos sino de que estamos perdiendo la confianza en nosotros mismos.

Estos son, a mi parecer, los secretos de cómo construir confianza, ya sea en el plano personal como en el laboral o profesional.

  1. La confianza es una sensación subjetiva y no tiene definición precisa. El primer secreto es definir a qué llamamos confianza y no dejar que cada uno tenga su propia e imperfecta definición. Perfección no es un requisito de la confianza, como tampoco lo es la infalibilidad. Lo correcto es establecer de común acuerdo una definición de confianza que cumpla ciertas reglas: ser posible de alcanzar, estar en tus manos y ser frecuente.
  2. Mirar más allá de las palabras. Las personas podemos decir que sí a muchas cosas y luego hacer exactamente lo contrario. La política española está llena de ejemplos tan cínicos, claros y evidentes como que dos y dos son cuatro, a menos de que estemos en un juicio por haber prevaricado, caso en el que dos y dos puede ser lo que sea. Lo mismo sucede en una entrevista de trabajo o en cualquier situación sentimental o amorosa.

No es que estemos mintiendo, es que queremos algo a corto plazo y transformamos la realidad adaptándola a nuestra percepción. Ya en 1945 decía Dale Carnegie en su libro “Cómo ganar amigos” que el 90% de los presos americanos pensaban que eran inocentes y que habían sido encerrados injustamente. No creo que sea muy diferente hoy en la actualidad.

La clave es mirar más allá de las palabras. En una entrevista de trabajo, una prueba acerca de la Inteligencia Emocional del entrevistado nos revelará más acerca de su conducta en situaciones de presión que cualquier pregunta rebuscada que lancemos.

También, conocer algo de Programación Neurolingüística puede ser de enorme ayuda. Nuestro cuerpo muestra de manera inequívoca a través de señales evidentes, para quien las sabe leer, nuestras profundas intenciones. El inconsciente, inexistente para muchas sociedades incluida la española, está presente en cualquier evento humano, aunque no seas consciente de que lo está.

Por ejemplo, un entrevistador que no domina ni Inteligencia Emocional ni PNL no está ni remotamente capacitado para definir quién sí puede o no desempeñarse eficazmente en cualquier puesto de trabajo, aunque él sinceramente piense que sí lo está.

  1. No pedir algo que las personas no podemos cumplir como muestra de confianza. Como regla, solo pide aquello que tú seas capaz de cumplir en condiciones normales. A veces no sabemos qué somos o no capaces de cumplir, pero pedir lo imposible es solicitar el incumplimiento.
  2. Confiar es esperar que las personas cumplan lo ofrecido. Una regla no escrita de la vida es que uno obtiene lo que espera obtener. Si esperas que te defrauden, lo harán. Tal vez sea cierto o tal vez no lo sea. Considera la siguiente opción: confía tantas veces como sea necesario hasta que las personas se vuelvan confiables. Tal vez, otra cosa u otra opción sea una muestra clara de falta de auto confianza. Nadie te pude dañar, haga lo que haga y sea quien sea.

Aunque los tiempos hoy en día están como para no confiar en nadie, lo cierto es que cada vez es más fácil saber en quien confiar y en quien no. Pero la pregunta más importante del mundo no es en quién confiar, sino si se puede confiar en ti. ¿Puedes confiar en mí? Esa es una pregunta que tendremos que hacernos constantemente si queremos incrementar la confianza en el mundo. Y después de confiar, será que tendremos ganado el que los demás confíen en nosotros.

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