Cómo lograr un Balance de vida

¿Es posible lograr un balance entre la vida y el trabajo?

Balancear la vida personal y el trabajo no ha sido siempre un reto. De hecho, en la época de los gremios, donde la profesión era transmitida de padres a hijos y existían jornaleros, por llamarles de algún modo, cuando no había jornadas de 8 horas ni días laborables, nadie pensaba en conceptos como balancear mi vida personal y la laboral.

No quiero decir que no sea valioso, y lo es en extremo, haber llevado al ser humano desde la esclavitud egipcia hasta las condiciones presentes de jornadas laborables de 40 horas, 8 horas al día, festivos, permisos paternales y maternales, puentes, vacaciones y pensiones. Aunque han pasado 3000 o más años desde entonces, los verdaderos y radicales cambios se han hecho en los últimos 150.

Hoy en día pensamos en jornadas de 4 días a la semana en lugar de 5, en teletrabajo y en trabajar por objetivos y no por horas, por ejemplo. Aunque puede resultar paradójico que todos estos movimientos de mejorar el balance de vida y trabajo, en la realidad solo se justifican si las empresas obtienen los mismos o superiores beneficios. Vamos, que te dejo que trabajes 4 días y en tu casa si, y solo si, aumenta la productividad o se reducen los costes.

Personalmente, encuentro normal que las empresas se preocupen más de sus beneficios que de la felicidad de los trabajadores, a menos de que la felicidad de los trabajadores, y ni idea de cómo medirla, aumente los beneficios. Porque la felicidad de cada persona depende de sí misma y no de la empresa, por más que en la actualidad sigamos depositando todo tipo de responsabilidades personales en la empresa para la que trabajamos o el gobierno al que votamos para que nos lleve a la tierra prometida.

Lo cierto es que balancear los dos aspectos, trabajo y vida personal, es más una habilidad personal que de agentes externos (a menos que seas Sergey Brin y seas dueño de Google y quieras dedicar la mayor parte de tu tiempo al windsurf). Veamos por qué y veamos cómo hacerlo. Antes, una anécdota personal directamente relacionada con este concepto.

Hace algunos años, unos 25 o más, una empresa multinacional de cosméticos me contactó para pedirme un curso acerca de balance de vida. Les dije, por supuesto, que yo podría manejar el tema con facilidad puesto que tenía, y tengo, amplios conocimientos en Inteligencia Emocional, que, a mi modo de ver, resultaba idónea para lograr el objetivo fijado.

Sin dejarme terminar, la Directora General me interrumpió cortésmente y me hizo el siguiente comentario: “Mira Francisco, nos parece muy bien todo eso de la Inteligencia Emocional, pero queremos que tengas en cuenta de que aquí la gente trabaja muchas horas al día, más de 8, y queremos que así siga siendo. No queremos que trabaje menos, para nosotros es una muestra de dedicación, entrega y compromiso con la empresa. Si vas a salir con que le dediquen las mismas horas al trabajo que a su vida, desde ahora te digo que ni te preocupes en hacernos una propuesta económica.”

Justo ese iba a ser mi mensaje, dedicarle las mismas horas a los dos aspectos centrales de la vida, así que tuve que buscar una respuesta adecuada para conseguir el trabajo, ya que lo necesitaba ardientemente. En un arranque de genialidad impropio de mí, se me ocurrió presentar el balance de vida de forma diferente. Les dije: “Precisamente por eso, porque cada persona interpreta el concepto de forma diferente, yo lo concibo de otra manera, diferente a la de dedicar la misma cantidad de horas. En mis cursos -continué- balance de vida no son más horas en casa o con mi familia o haciendo lo que a mí me gusta, balance de vida es calidad de tiempo. No importa si le dedicas diez horas al trabajo y dos a tus hijos, lo que importa es que esas dos horas sean horas de calidad. Si esas horas personales las pasas pensando en el trabajo, lo mismo da que sean dos u once. No es balance de vida”.

balance de vida

No importa si le dedicas diez horas al trabajo y dos a tus hijos, lo que importa es que esas dos horas sean horas de calidad. Si esas horas personales las pasas pensando en el trabajo, lo mismo da que sean dos u once. No es balance de vida”.

Afortunadamente, mi respuesta fue lo suficientemente satisfactoria como para obtener el trabajo y, durante el curso, en eso me enfoqué, en mejorar la calidad del tiempo que dedicamos a lo que nos gusta a nivel personal. Hoy en día a eso le llaman simplemente mindfulness o cultivar la presencia, y los expertos en estas disciplinas cobran mucho más de lo que yo le cobré a la empresa de cosméticos en aquel momento.

Con los años y la experiencia, que, aunque parece lo mismo no lo es, he llegado a la conclusión de que para balancear nuestras vidas necesitamos considerar una serie de aspectos. Los enumero a continuación.

  1. Cada trabajo tiene su propio balance de vida. La primera regla para obtener un balance de vida es que una vida balanceada no se basa en ninguna regla. No existen estereotipos ni vidas idealmente balanceadas. Como cualquier concepto subjetivo e indefinible de manera precisa, una vida balanceada es lo que cada uno quiere que sea.

Si no te gusta el trabajo que realizas, no hay tampoco balance ni nada que se le parezca. Confucio dijo que, si trabajas en lo que te gusta, no trabajarás un solo día de tu vida. Alguien más, no recuerdo quién, dijo que, no se trata de trabajar en lo que te gusta, sino que te guste en lo que trabajas. Es decir, lograr que lo que sea que la vida te ponga delante para hacer, sea algo que puedas disfrutar. Balancear es lograr el equilibrio entre dos cosas, o varias, que nos gustan. No existe balance si una implica sacrificio y la otra disfrute.

Si no disfrutas tu trabajo, existen solo dos soluciones: hacer que te guste manipulando tu percepción del trabajo (la Programación Neuro Lingüística tiene herramientas fenomenales para lograr esto) o buscarte otro que sí disfrutes. Si haces algo que no te gusta y tratas de compensarlo con tus actividades personales, tarde o temprano el asunto fracasará. Lo que compensa, las actividades que te gustan terminarán siendo insuficientes y tu sufrimiento en lo que no te gusta será cada vez más insoportable.

  1. Considera tu sistema de valores. Tomamos decisiones en función de nuestro sistema interno de valores que son aquellas experiencias, sentimientos y emociones que más buscamos en nuestra vida. Los Valores no forman parte del código genético y sí se consolidan en base al condicionamiento al que nos vemos expuestos durante nuestro desarrollo emocional e intelectual, pero no de forma inamovible. Podemos y debemos cambiar nuestro sistema de valores tantas veces nos haga falta hasta que dirijan las decisiones que nos permitan llegar a nuestros destinos deseados.

Valores y principios no son conceptos iguales, aunque parezcan, y lo son, similares, ya que ambos determinan las respuestas que damos a los retos de la vida. Se dice que un sistema de valores no es mejor que otro de manera intrínseca, sino en función de cuál nos acerca más rápidamente a nuestros objetivos. Así, la austeridad será un valor mucho más importante que el amor, si es que el objetivo es lograr ahorrar en un tiempo definido una importante suma de dinero.

Otro error que se comete habitualmente es el de decir que ciertas personas, países o grupos no tienen valores. Todos tenemos valores. Sin estos, tomar decisiones resulta imposible. Los valores representan emociones que queremos experimentar en experiencias y relaciones. Sabemos que las emociones están íntimamente ligadas a una glándula del sistema Límbico denominada Amígdala, que ha sido objeto de estudio por los expertos en Inteligencia Emocional, pues su control determina qué emocionalmente Inteligentes podemos llegar a ser. En un estudio acerca de una persona que debido a un accidente había perdido la amígdala, se encontró que esta persona era incapaz de tomar decisiones porque no sabía cuál de las opciones a elegir representaba un mayor valor para su vida.

Si no controlas tus valores no controlas tus decisiones. Primero decide qué es lo más importante para ti en tu vida y después diseña qué estilo de vida logra el balance que deseas. Un mal sistema de valores puede ser la diferencia entre lograr un balance o no, sin cambiar una coma de lo que hacemos regularmente.

  1. Elimina tus miedos, no permitas que el balance se pierda por temor a perder tu trabajo. ¿Es válido que una persona le dedique a su trabajo más de lo que le dedica a su vida personal o a su salud? Claro que lo es, si es que esta persona cumple con sus expectativas de vida y sus valores. No será válido para ti, si es que tus valores son diferentes, pero no poseemos la capacidad de juzgarlo y condenarlo.

Lo que no es aceptable, porque al final pasa factura, es perder el balance por tomar decisiones basadas en miedos y no en deseos y autoconfianza. Algunos estudios apuntan a que un alto porcentaje de las cosas a las que tememos jamás ocurren. No lo sé a ciencia cierta porque esas estadísticas no están en mi posesión, pero basado en mi vida personal puedo decir sin errores que la mayoría de las cosas que he temido no han pasado, hasta hoy al menos. Y eso, a pesar del empeño que le he puesto a muchas de ellas para que sí pasasen.

  1. Estar aquí y ahora. Es tan injusto estar con tu familia pensando en el trabajo como estar en el trabajo pensando en tu familia o en otros asuntos personales. Mi familia merece mi ser completo y no fragmentado, que es lo que sucede cuando estoy con ellos, pero en realidad no estoy porque mi mente anda divagando. Y en el trabajo me pagan no por la presencia física, a menos que sea vigilante y ni siquiera así, sino por mi presencia mental.

Si cobrásemos en función de nuestra presencia mental y existiese una aplicación informática, que creo que no, que midiese con precisión las horas de presencia, de la mental, desde luego, igual y no ganábamos lo suficiente para pagar nuestras cuentas. Donde sea que estés, estar ahí y en ese momento plenamente, es lo que verdaderamente representa balance y no la suma de las horas que marca el reloj.

  1. Metas compartidas. Amo a mi mujer, y amo mi trabajo. La situación ideal es estar trabajando al lado de mi mujer, lo que sucede en muchos momentos de nuestra vida, pero no en todos. Con frecuencia, mi trabajo implica viajes que realizo en solitario, lo que me separa de alguien a quien amo. Trato de hablar con ella, al menos, una vez al día, lo que con la tecnología de hoy es mucho más factible que hace tan solo 10 años (o menos).

A mí me queda claro que sin metas compartidas no hubiéramos sido capaces de sortear la travesía de nuestra unión con éxito. Las metas compartidas son esenciales en cualquier empresa que busque la excelencia operativa y, muy al contrario de lo que muchos piensan, son esenciales en una relación sentimental de excelencia. Eso no implica abandonar las metas personales, sino crear, si no se dan de manera natural, metas adicionales conjuntas y compartidas, alineadas con las personales de forma que al cumplir unas se dan las otras.

En una empresa, las metas de sus colaboradores no necesariamente eran las mismas que las de la empresa desde la contratación. Los nuevos empleados pasarán por un proceso de conocer las metas de la empresa, su visión, y de decidir si se alinean a las mismas o no. Como Gary Heil, Tom Parker y Rick Tate escribieron en su libro “Liderazgo y la revolución del cliente”, con que las empresas contasen con empleados mayoritariamente alineados con sus visiones, el logro de estas visiones sería prácticamente inevitable.

De nuevo vemos que balance de vida no es una suma o resta de horas, sino un conjunto de buenas decisiones y de un trabajo de diseño del que no podemos escapar. No se va a dar solo si no trabajamos en definirlo, diseñarlo y convertirlo en una realidad.

Al final, resultó que la conferencia que impartí a los empleados de esa compañía de cosméticos que buscaba de manera directa muchas horas dedicadas al trabajo en sus colaboradores, no iba tan mal dirigida. De hecho, no solamente tuve un buen resultado, además me siguieron invitando a dar cursos en ocasiones posteriores.

Por último, he de comentarte que tal vez, medir el balance cualquier vida es más un resultado final que una medición realizada por el camino. Podemos disfrutar temporalmente de una vida balanceada y que se nos caiga repentinamente a la vuelta de la esquina. Imagino que solo hasta el último día seré capaz de contestar la pregunta de si he vivido o no una vida balanceada. Lo que nos lleva a que una vida balanceada es este instante, aquí y ahora, momento y lugar en el que si estás haciendo lo que te gusta, puedes decir con orgullo que lograste un balance de vida.

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