Cómo decidir entre opciones con una herramienta sencillísima

Analicemos el proceso que seguimos para decidir. Los humanos, sin importar el país en el que hemos nacido, tenemos muchas cosas en común. Existen diferencias, obvio, en gustos, comidas, costumbres y todas esas cosas aprendidas desde que nacemos y que son diferentes en cada lugar.

Sin embargo, compartimos de forma precisa e indiscutible algo en lo que la mayoría de las personas no ha reparado. No se trata de órganos en el cuerpo que también, me refiero a algo mucho más intangible y subjetivo y se trata de nada más y nada menos que del Sistema Operativo.

Así que en primer lugar definamos qué es un Sistema Operativo. Si nos detenemos a considerar qué fue lo que hizo que unas máquinas tremendamente complicadas de usar, las computadoras, pasaran en la década de los 70 de ser usadas por ingenieros informáticos a ser posibles de usar por cualquier persona, es el Sistema Operativo.

Por esos años, Jobs y Gates crearon los dos Sistemas más conocidos y usados hoy en día en cualquier ordenador, si bien es cierto que no son los únicos, aunque sí los primeros. Y a pesar de que Jobs se quejó toda la vida de que Windows fue una mala copia de MAC, lo cierto es que Windows se usa en el 90% de los ordenadores personales del mundo. Paradójicamente, Apple, la empresa fundada por Jobs y única fabricante de ordenadores basados en el sistema MAC, a pesar de no estar presente en la mayoría de los ordenadores del mundo, tiene el valor de capitalización, valor de empresa, más grande del planeta. Nada mal para el segundo lugar.

En resumen, un Sistema Operativo es una interfase que permite que un usuario pueda interactuar con el poder de cómputo de cualquier dispositivo. Su nombre lo indica, es un sistema que nos permite operar algo.

Pues bien, esto es precisamente lo que compartimos todos los humanos del mundo, el sistema operativo que nos permite interactuar con la realidad a través del uso del cerebro. Puede parecer imposible, pero lo cierto es que todos los humanos tenemos el mismo sistema. Y no es lo único que compartimos.

Compartimos arquetipos psicológicos, funciones corporales, emociones y respuestas ante los estímulos exteriores, muy parecidas de una cultura a otra. Un ejemplo. Todos los seres humanos tenemos aversión a perder algo, ya sea algo físico, una oportunidad, una salida extra, un trabajo, un amigo, lo que sea. No nos gusta perder. De hecho, la palabra perder nos es tan repulsiva que por eso no funcionan la mayoría de las dietas diseñadas para eso, perder peso.

El asunto es que el miedo a perder hace que en muchísimas ocasiones seamos prácticamente incapaces de decidir entre dos o más opciones. No es que no seamos capaces de saber cuál opción nos conviene más, que también puede pasar, sino que aún sabiendo que una opción es la mejor de todas, nos resistimos a perder las otras.

Como una mujer, o un hombre que para el caso es igual, anduviese con dos o tres alternativas de pareja aun sabiendo que una de las 3 es la preferida sobre las otras dos. Los psicólogos han encontrado, por tonto que te parezca, que la razón de seguir en múltiples relaciones no es la falta de ética sino la aversión a perder algo.

No es que seamos infieles, es que nos da miedo perder oportunidades, lo cual está cableado profundamente en nuestro sistema nervioso. Sé que a muchas personas les va a agradar esta interpretación de las relaciones humanas. “Cariño, no soy infiel, es el ADN”.

Por supuesto, las personas que persiguen uno y solo un objetivo son mucho más eficientes y eficaces que las personas que tienen que balancear la persecución de varias metas al mismo tiempo. Parecen más inteligentes sin serlo. ¿Conoces a alguien así?

Ya que hemos dejado claro que compartimos muchas cosas, vayamos en la historia a unos 10 años antes de la creación del ordenador personal, allá por 1963. En este año, el director general de la General Electric, Fred Borch, contrató los servicios de una consultora de prestigio llamada Boston Consulting y le pidió que le diseñara un método para estratégicamente decidir en qué unidades de negocio realizar inversiones y en cuáles no.

El resultado fue una matriz de decisiones sencilla de usar y tremendamente eficaz y acertada. Con esta herramienta, y varias más, nació la ciencia conocida como Planeación Estratégica y que cualquier empresa de clase mundial utiliza hoy en día para planificar su futuro.

Lo que voy a hacer ahora es enseñarte a usar esa sencilla matriz para tomar las mejores decisiones que jamás hayas tomado en tu vida. Es de una sencillez tal que desafía la lógica que seguimos muchos seres humanos de que problemas complejos requieren soluciones complejas, los cual no es necesariamente cierto.

La herramienta se llama Matriz de Crecimiento y Participación de mercado. Es una herramienta que pueden usar directivos, emprendedores, comerciales y, de hecho, cualquier persona ya sea a nivel profesional o personal. Requerirá, desde luego, algo de creatividad y adaptación para poder usarla en cualquier circunstancia, aunque si no quieres ser creativo, yo siempre estaré dispuesto a asesorarte personalmente a cambio de una módica cantidad.

Matriz para decidir

Requerirá, desde luego, algo de creatividad y adaptación para poder usarla en cualquier circunstancia

Puedes usarla en cualquier tema, aunque yo solo la uso para decisiones de tipo racional. Como elegir pareja, por ejemplo. Como decía Jose Luis Coll, el famoso cómico español, entre una mujer rica y una pobre yo no me lo pienso: la que tenga más dinero.

Bromas aparte, veamos cómo funciona la matriz. La primera variable es el Crecimiento del mercado, es decir, qué tanto se va a seguir requiriendo algo en el futuro. O, por ejemplo, en situaciones humanas, podrías preguntarte qué tanto se va a seguir presentando o incrementando una situación en el futuro.

La segunda variable es, en este momento, qué tanto participa mi empresa en el mercado en concreto que estoy estudiando. En una situación humana, podrías preguntarte qué tanto dominas la situación que estás estudiando.

Si juntas las dos variables en cuatro opciones, cada una de las cuáles lleva un nombre simbólico y representativo:

Opción uno, un mercado que crece donde tú tienes poca participación. A esta opción se le denomina “Signo de Interrogación”. Si eres hombre, piensa en una chica atractiva para ti, a la que muchos hombres más pretenden y tú la acabas de conocer.

Una aclaración: por atractiva no me refiero a guapa o fea, que son conceptos totalmente subjetivos y, para muchos, totalmente irrelevantes. Me refiero a atracción tanto física como personal.

Opción dos, un mercado que crece y que tú dominas. A esta opción se le denomina “Estrella” y sería similar a la misma chica atractiva para ti, con quién tu ya tienes, desde hace años, una fuerte relación personal de confianza.

Opción tres, un mercado que no crece en el que tú tienes poca participación. Te ofrecen un trabajo mal pagado en un sector que no crece, como si te ofreciesen trabajar en un taller mecánico diésel en plena época de vehículos eléctricos y además, no sabes mucho de vehículos de combustión. Puedes aceptar el trabajo, pero deberás tener en cuenta lo que te recomiendo más adelante en este tipo de situaciones. Por cierto, se les denomina situaciones “Perro”.

Opción cuatro, un mercado que no crece ni crecerá y que tú dominas con alta participación de este. A esta opción se la denominó “Vaca”, o Ventajosa. Usando el símil de la chica poco atractiva para ti, la conoces muy bien, conoces a su familia, a su hermano, te cae bien, pero nada más. Será siempre una gran amiga.

¿Cuál es la mejor decisión para cada opción? Te hablaré solo de esta mejor decisión en clave empresarial, que con lo de la atracción prefiero no meterme y solo usé la metáfora para transmitir el concepto. Veamos entonces una por una de las opciones posibles.

La única manera de invertir con expectativas positivas es si agregas algo nuevo, algo de valor adicional que los demás no tienen.

Signo de Interrogación. Veamos, el mercado crece, pero tú no tienes importancia en él. La única manera de invertir con expectativas positivas es si agregas algo nuevo, algo de valor adicional que los demás no tienen. De otra forma, todos los demás tendrán ventaja sobre ti y competir con lo mismo que ellos juegan es perder seguro.

Otro ejemplo. Vas a pedir un trabajo que no dominas o del que no tienes experiencia, pero, aunque hay mucho otros ofertantes se trata de un trabajo con muchas posibilidades, estabilidad e ingresos incrementales. O agregas algo nuevo o el trabajo será de otra persona.

Estrella, el mercado crece y tú lo dominas. Se llama así porque se supone que lo que procede hacer es invertir y aprovechar tu ventaja. Lo que inviertas tendrá una buena tasa de retorno ya que tienes los canales de distribución, los contactos con los clientes, la imagen de marca y todo a tu favor. Si no inviertes perderás lo ganado, con seguridad.

Otro ejemplo. Imagina que eres un autónomo y tienes un bar de barrio, al que tus clientes tienen acudiendo por años. Vives en un barrio con crecimiento, por lo que habrá clientes nuevos todos los días, los que, a su vez, atraerán más competencia. Es hora de invertir, y no solamente en los clientes nuevos, sino en los viejos, que son los que te recomendarán y harán crecer tu clientela.

Vaca, cuando hay mucha participación y poco o nulo crecimiento. Las inversiones no son necesarias porque no hay crecimiento que capturar, pero sí hay que cuidar lo que tienes ganado. No hay mucho futuro, pero sí un presente rentable porque nadie va a venir a peleártelo.

En una situación así la eficiencia se vuelve fundamental, debes de vigilar los costes para que sean los mínimos posibles y ahorrar para cuando el asunto desaparezca. Todos tenemos momentos vaca en nuestras vidas, en los que tenemos que dejar costumbres pasadas y adaptarnos a las nuevas circunstancias.

Perro, el mercado no crece, o decrece, y tú tienes baja participación. La recomendación es que no entres, pero si ya estás vende lo antes posible. Invertir es una locura porque vas a perder lo que metas.  Este error lo cometen las personas que quieren realizar actividades o ponerse ropa que no corresponde con su edad. Que quieren parecer más jóvenes de lo que son, vamos.

Yo creo que, con la edad, un mercado irreversible para todos, vernos bien termina siendo menos importante que estar cómodos, por ejemplo, con la ropa que traemos puesta. No es que descuidemos nuestra imagen, pero sacrificar comodidad por estética siempre es más caro y es probable que el resultado a los 50 no sea el mismo que a los 25.

En resumen, las estrellas requieren inversión, las Interrogantes innovación, las vacas mantenimiento y los perros superación. Inversión, innovación, mantenimiento y superación. Clasifica las situaciones de tu vida en estas cuatro categorías y aplica la solución recomendada. Habrás resuelto uno de los grandes problemas de la existencia: dedicar tiempo, esfuerzo y dinero a las cosas valiosas y quitárselo a las que no valen la pena.

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