Buenas notas, un suicidio y la Inteligencia Emocional

Buenas notas, un suicidio y la Inteligencia Emocional

Cada día existen más y más personas dedicadas a la educación que perciben que la forma en que educan y evalúan la formación de sus alumnos es inadecuada.

Existen desde hace muchos años. Me refiero a estudios que demuestran que el intelecto no lo es todo, ni siquiera lo más importante, a la hora de determinar el éxito que cualquier persona puede tener en la vida.

Y a pesar de estos estudios bien fundamentados, el intelecto sigue siendo el principal elemento a tener en cuenta para dos cosas muy importantes en la sociedad moderna: la evaluación de los alumnos en cualquier nivel educativo y la contratación de personas para cualquier trabajo.

En los colegios, universidades o instituciones educativas de cualquier tipo, así como en cualquier proceso de contratación, literalmente cualquiera, el único aspecto a evaluar es el intelecto. A pesar de que los estudios demuestran que las habilidades relacionadas con la Inteligencia Emocional son 3, y hasta 4, veces más importantes en la vida.

Y esto no es una simple apreciación personal. Miles de currículos son totalmente ignorados por la ausencia de títulos académicos. El título académico, llámese grado, Máster o Doctorado, es una muestra evidente de un fuerte intelecto o de que la persona que obtuvo el título supo copiar muy bien o tenía una memoria de corto plazo envidiable.

Sociedades como la española, por ejemplo, ignoran en su totalidad conceptos avanzados como la Inteligencia Emocional. Se mencionan en muchos lugares y medios, pero en la práctica son despreciados miserablemente. Sin embargo, algunas personas han empezado a darse cuenta de que lo que de verdad cuenta no son las notas tradicionales, no, sino las emocionales.

El “profe Ramón”, que ya se está haciendo famoso en redes sociales por la forma de evaluar a sus alumnos, sabe, intuitivamente, lo que llevo pregonando por años: la Inteligencia Emocional es mucho más importante para la felicidad personal que el intelecto.

Este profe, que ha sido noticia recientemente, evalúa a sus alumnos según los siguientes criterios (escribo sus criterios y a continuación la relación que tiene con las características de la Inteligencia Emocional):

notas_reales_profe_ramon

Es una persona feliz. Totalmente relacionado con los conceptos de Autoconocimiento y Autoregulación, dos habilidades personales de la Inteligencia Emocional.

Es generosa y buena compañera. Otra habilidad personal de la Inteligencia Emocional, en este caso se refiere a habilidades sociales, tales como Colaboración o Trabajo en Equipo.

Le gusta jugar y reír con sus compañeros. Lo que es un claro ejemplo de Habilidades Sociales, empatía y colaboración, todas ellas habilidades interpersonales de la Inteligencia Emocional.

Disfruta de su clase, Llega a clase con una sonrisa, Ríe en clase todos los días. Estas tres notas pertenecen al reino de la Autoregulación, la segunda característica de las habilidades personales de la IE.

Respeta a su Profe. En esta habilidad podemos ver dominio de la Empatía, Habilidades Sociales y de la Automotivación

Su Profe la quiere mucho. Totalmente una aptitud de Influencia, propia de las personas con altas Habilidades Sociales.

Copio a continuación, lo que encuentro escrito en el artículo publicado:

“El “Profe Ramón” es un ejemplo no sólo de profesor, sino de educador. Es maestro con niños de nueve años. La publicación de sus particulares notas ha sido todo un ejemplo para los seguidores de Twitter. En ellas da una información que no están acostumbrados a leer los alumnos ni sus padres.

Cuando se acerca el final del trimestre, los alumnos suelen hacer balance de sus notas. ¿Cuántas te van a quedar (suspensas)? Esa pregunta no es lo más importante para el «Profe Ramón». El maestro entrega «otras notas» que ponen en valor características del alumno como persona. Él comparte las Elena, una niña de nueve años.”

Por supuesto, los que conocemos de Inteligencia Emocional sabemos que este tipo de Inteligencia se puede desarrollar con formación y socialización. El sistema del Profe Ramón es un buen medio de reforzarlas, medirlas, subjetivamente por supuesto, y de integrarlas en su conducta.

La historia de un suicidio.

Leo conmovido la historia de un hombre deprimido en extremo que se suicida tirándose a las vías del tren para ser arrollado por este, después de haber ahogado a sus dos hijos, uno de ellos con parálisis cerebral.

Los que conocían a esta persona la describían como alguien con mucho amor hacia sus hijos, cariñoso y profundamente triste.

Además de los componentes relacionados con la química cerebral que inciden en el desarrollo de un estado depresivo, la depresión tiene también elementos en el área mental y de pensamiento.

Los psicólogos han detectado un patrón de pensamiento compuesto de tres elementos que es común a todos los depresivos suicidas.

En primer lugar, para deprimirse alguien solo tiene que estar muy consciente de que ha fracasado, por ejemplo, en algo importante de su vida y que él, el depresivo, tiene la culpa. En segundo lugar, para seguir con el patrón, debe de pensar que ese fallo, fracaso o mal acto, no solamente afecta a un área de su vida, la afecta en su totalidad (perdí mi empleo y ahora mi esposa me va a dejar y nadie me respetará, etc.); y en tercer lugar para llegar al deseo de suicidio solo necesito pensar que eso que he hecho o me ha pasado no tiene remedio y me va a perseguir hasta la muerte.

Por lo tanto, cuanto antes llegue esta, mejor. La depresión necesita mezclar pasado, presente, futuro y la totalidad de mi ser.

Llegar a este patrón de pensamiento no es fácil, afortunadamente, pero cada día resulta más posible. Solo es preciso pasar media hora diaria frente al televisor y recibir la nefasta hondonada de malas noticias de las que los telediarios están rebosando.

Entre todas las cosas desagradables que suceden en el mundo (refugiados, guerras, catástrofes naturales, etc.), hay que añadir además a los políticos cínicamente corruptos o irresponsables que no importa lo que hagan no tienen castigo; los personajes que ganan dinero por hacer nada “mientras que yo me dejo la sangre y la carne todos los días para vivir miserablemente” y la cada vez mayor percepción de las brechas económicas que se amplían imparablemente todos los días entre ricos y pobres.

En este panorama es fácil llegar a la conclusión de que no tengo manera de cambiar lo que hay y de que así no vale la pena vivir.

La Inteligencia Emocional.

No quiero sonar simplista pero un Profe Ramón le hubiera hecho bien a este desesperado hombre que se quitó la vida. Tal vez no lo hubiera evitado, solo pienso que le hubiera hecho bien. Porque la Inteligencia Emocional le hubiera dotado de más herramientas personales para enfrentarse a la vida.

La vida no es fácil, no, pero es la mejor que tenemos. De hecho, la única, para ser precisos. Y, como acabo de ver en un extraño pero cautivador filme, hay demasiada belleza para perdérsela.

Con Inteligencia Emocional sabrías sin duda que el pasado no representa el futuro, que los fracasos no existen pues son solo aprendizaje y que no importa cuántas oportunidades hayas perdido, la vida proporciona muchas más.

Con la misma Inteligencia Emocional también sabrías con certeza que no importa cuan intelectualmente inteligente seas, todo va a depender de cómo usas ese intelecto y el uso de ese intelecto está relacionado con tu Inteligencia Emocional, la cual puedes desarrollar y entrenar a voluntad.

Si no lo estás haciendo ya, empieza a estudiar Inteligencia Emocional ahora mismo. Es fácil, sencillo y está disponible en la actualidad en muchos lugares y academias. Saca un sobresaliente en felicidad, que será el sobresaliente más importante que te hayan puesto en la vida. Créeme.

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